Honda la decepción provocada por la racha de Jandilla, del que tanto se esperaba y del que prácticamente no dijo nada. Toros bien presentados y de buen físico, pero con tristeza en el estómago y poca sangre brava en las venas. Toda la gracia que mostraban al salir de las pocilgas pronto se convirtió en la fealdad que la mansedumbre inspira a los caballos, o la falta de vida ante el engaño. Pocas imágenes hay tan poco edificantes como la de un toro cabeceando sobre su coraza en un intento extremo de quitarse la vara del lomo y huir hacia el ansiado pasto. Y qué decepción es este toro que, como alma dolorida, toma la muleta, que camina pero no ataca, sin avaricia, sin humillación y sin entregarse.
En definitiva, una corrida para olvidar, de la que tanto se ha hablado y de la que ella tan poco habló cuando tuvo la oportunidad.
Y qué pasa con las cosas: hubo un toro que se pasó de la raya y quiso restaurar la reputación de su familia. Fue el tercero el que impactó como una bala en el peto desde el medio, destrozándole la cara, desequilibrando al caballo y al picador Manuel J. Ruiz Román, apenas capaz de mantenerse en pie, al que Manzanares ayudó a volver a ponerse vertical. caer de cabeza al Albero. El toro se lo pensó dos veces antes de volver al segundo juego, pero lo hizo con la misma alegría con la que había acudido al encuentro de Banderilleros.
Tomás Rufo brindó por el público asistente y el ambiente se llenó con la sensación palpable de que algo grande estaba en el horizonte. Tanto es así que el joven torero puso sus rodillas en medio y citó a Zacateca, que así se llamaba el toro, que masculló con la mano derecha y concluyó la ronda de arrodillamientos con un excitante pase de pecho justo cuando comenzaba a tocar el Música. Como dije, el comienzo de una gran tarea.
Pero he aquí que, aunque Rufo tenía todos los ingredientes, un toro ensillado, un público dedicado y una banda animada, no era su día. La inspiración necesaria no le acompañó, y a pesar de su buen carácter, dedicación y determinación, no comprendió del todo al animal, que lo repitió con castidad, fuerza y un toque de agresividad. Rufo lo intentó, sobre todo por la derecha, y su labor combinó algunos muletazos largos, incluidos dos temperamentos naturales, pero toro y torero no se llevaban bien y no había la conexión necesaria para la victoria. ¿Porque? Secretos del toreo. La expectación se mantuvo hasta el final, pero la tensión se desvaneció y la ilusión se apagó hasta el último pinchazo.
El resto de la celebración no tuvo historia. Pues habría que preguntarle a Manzanares por qué se dejó llevar en la primera tarde, manso como sus hermanos, pero muy noble en el último tercio, que iba y venía sin alegría pero con continuidad. Mientras tanto, el torero presentaba un cuadro de preocupante conformismo, de inexplicable apatía, como si no tuviera ningún interés. Vamos, que Manzanares no estaba.
Y ahora se acabó. Ni la Cuarta, ni los dos de Talavante, ni la Primera de Rufo dejaron opciones, se quedaron quietos, aburridos, sin raza y sin vida.
Jandilla / Manzanares, Talavante, Rufo
toros de Jandilla -el cuarto, de vegahermosa– bien presentado y bellamente hecho, manso, aburrido y sin pretensiones; valiente y exitoso el tercero.
José María Manzanares: empuje (Ovación); dos choques y un contrafallo (Guarda silencio).
Alejandro Talavante: empuje (Guarda silencio); estocada hacia atrás (Guarda silencio).
Tomás Rufus: Picadura y estocada caen (Ovación); estocada de caída (Ovación).
Plaza de la Maestranza. 17 de abril. Undécimo plazo de abono para la feria de abril. Lleno de “sin facturas”.
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