
La reciente controversia sobre la política de vivienda entre el PSOE y Sumar no es la típica disputa mediática dentro de la coalición que no llega a ninguna parte. Esta cuestión es central para la izquierda española y europea, ya que, como resume la ministra de Sanidad, Mónica García de Sumar, la crisis de la vivienda está “llevando al abismo toda la política social del gobierno progresista”. El aumento del salario mínimo, la mejora de las becas, los subsidios, el aumento del empleo, todo se diluye por el enorme aumento de los precios de compra y alquiler de la vivienda. Y ahora la coalición está discutiendo internamente una decisión central: qué debería pasar con los 300.000 contratos de alquiler que deben ampliarse en los próximos meses.
En las autonomías que aplican la ley de vivienda -se suman 300 municipios de Cataluña, País Vasco, Navarra, Galicia y ahora Asturias, que ya han designado zonas contaminadas- no hay problema, ya que la propia normativa establece que, con independencia de que se cambie o no de inquilino, el nuevo contrato debe hacer referencia al anterior y no debe aumentar de forma desproporcionada. Esto evita que un propietario despida a los antiguos inquilinos y lo alquile por un 30%, 40% o 50% más, lo que suele ocurrir en zonas conflictivas. Pero donde no se aplica la ley de vivienda, como en la Comunidad de Madrid y prácticamente todos los demás municipios del PP, esta renovación de 300.000 contratos de alquiler puede suponer un duro golpe para todas aquellas familias que quizás ya no tengan una vivienda. Y está la discusión interna en el gobierno.
Sumar propone aprobar un decreto que congele estos precios durante tres años, similar a lo que ocurrió durante la pandemia y posteriormente cuando comenzó la guerra en Ucrania y la inflación se disparó. El PSOE responde que esto podría ser inconstitucional porque supondría una invasión de potencias regionales, pero también asume que hay que hacer algo. Estabilizar estos contratos es un objetivo común de ambos grupos que va más allá de las discusiones públicas y las tensiones políticas, porque ambos quieren enviar el mensaje a sus votantes de que son ellos quienes más pueden contribuir a solucionar el problema de la vivienda. Las relaciones entre la ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez, y Sumar son malas y no hay reuniones por el momento.
Pero más allá de esta tensión, el problema de fondo preocupa mucho a ambos colectivos y en La Moncloa y en vivienda miran todas las fórmulas posibles para intentar frenar los precios de la vivienda y en particular el impacto de esta ampliación masiva del alquiler en los próximos meses. La propia ministra fue muy clara en el Senado al comparar la situación en Cataluña, donde se aplica la ley de vivienda, y en Madrid, donde no. «En Cataluña, la gente que tiene que renovar el contrato de alquiler sabe que el propietario tiene que seguir con un aumento limitado, porque si los echa, tampoco podrá aceptar otros inquilinos. Así es la ley de vivienda. En Madrid, la gente vive con miedo cada vez que renuevan el contrato de alquiler, y los jóvenes tienen que ir a mi municipio «Castilla-La Mancha» y a otros municipios vecinos porque no pueden pagar los precios de Madrid. «Ese no es nuestro modelo», afirma.
La apuesta del PSOE es más política. En lugar de debatir internamente dentro de la izquierda sobre qué debe pasar con la vivienda, o proponer decretos que tienen grandes dificultades para aprobarse -casi todos por Junts- o que podrían ser declarados inconstitucionales, sería más efectivo presionar conjuntamente al PP para que aplique la ley de vivienda. De hecho, los socialistas creen que los ayuntamientos del PP aprovecharán el programa de vivienda del Gobierno de 7.000 millones de euros, aunque lo han criticado. Suponen una ayuda directa a los simpatizantes y presionarán a las autonomías del PP para que las acepten, analizan en el sector socialista del Gobierno. Varios miembros del Gobierno destacan que este será un tema central de la campaña electoral en todas las autonomías, y ahí se ve que las políticas de la coalición y otros grupos progresistas que apoyaron la ley de vivienda sirven en realidad para reducir o controlar el precio, como ocurre en Cataluña, mientras que en las autonomías del PP sigue subiendo sin control.
Sumar, por el contrario, apuesta por una política más agresiva para solucionar el problema y choca con las autonomías del PP que no quieren aplicar la ley. Los ministros de Sumar, que dieron a conocer sus iniciativas la semana pasada, están convencidos de que esto es posible y por eso han presentado novedades legislativas que lo apoyan, junto con otras medidas fiscales para reducir los precios de la vivienda. Los ministros de Sumar entrevistados están convencidos de que el PSOE, como ha ocurrido en otras ocasiones, inicialmente dice que eso es imposible y asegura que las propuestas son jurídicamente insolventes, pero que luego es posible que La Moncloa las adopte, las desarrolle y las finalice con el nombramiento del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, como ha ocurrido con otros temas de debate interno dentro de la coalición.
En cualquier caso, el PSOE justifica todo lo que se está haciendo, porque en vivienda se está gastando más dinero que nunca -el presupuesto se ha multiplicado por ocho-, se ha aprobado la primera ley de vivienda de la democracia y se ha desarrollado el plan de 7.000 millones de euros. Todas estas medidas irán surtiendo efecto progresivamente, subrayan los socialistas. Pero en Sumar creen que es necesario ir mucho más allá y enviar el mensaje a la población de que el gobierno está dispuesto a intervenir radicalmente en el mercado para reconectar, especialmente con los jóvenes que más sufren el problema.
El debate continuará y se considerarán muchas más medidas, pero hay un acuerdo claro dentro de la coalición de que debemos intervenir en un mercado que ha demostrado ser completamente ineficaz a lo largo de los años y que tiene consecuencias muy graves porque perturba el ascensor social, convierte las herencias en la clave para la compra de viviendas, profundiza las diferencias sociales entre propietarios e inquilinos y, además, devora gran parte de los salarios. Nadie duda de que esta cuestión será central a la hora de valorar el liderazgo de un Gobierno progresista que intenta solucionar un problema especialmente devastador para su electorado, aunque en realidad afecta a todos los españoles que no son propietarios.
