Cada muerte de una persona importante deja un rastro de tristeza y melancolía, pero en el caso del compositor alemán Aribert Reimann es un rastro de absoluta impotencia. No tanto por su edad, 88 años y nueve días, sino por el hecho de que el estreno de su ópera más famosa, learEs tan nuevo que uno tiene la sensación de que su muerte puede ser la parte final de esta enorme historia de Shakespeare, en la que mueren incluso el apuntador y, de repente, incluso el compositor.
Por supuesto, se trata de un sentimiento extremadamente subjetivo, que se aplica sobre todo al público madrileño que conoció a este compositor hace unos meses, y para muchos de ellos, como compositor contemporáneo, debió ser un joven o un aspirante a .
Pero Reimann fue uno de los pilares de la composición alemana durante el último medio siglo. Nació en Berlín el 4 de marzo de 1936, fecha significativa ya que pasó toda su infancia bajo el nazismo. Pero en su casa la música reinaba. Su madre fue cantante y profesora de canto, mientras que su padre dirigió el coro de la Catedral de Berlín, lo que dio una profunda influencia al canto y formó a un compositor que creó ocho óperas e innumerables piezas vocales. Pero eso no es todo: Riemann trabajó como repetidor y acompañante de numerosos cantantes del dulce auge alemán de los años 50 a 70. Se ha dicho suficiente en el estreno de lear en Madrid que su ópera Magna fue patrocinada por el destacado barítono Dietrich Fischer-Dieskau, quien la estrenó en 1978. Pero no fue el único gran cantante con el que Reimann mantuvo estrechos contactos. Su editor Schott cita a Elisabeth Grümmer y Brigitte Fassbaender. La lista podría ampliarse para incluir a Julia Varady, una fenomenal soprano de origen húngaro, que fue la esposa de Fischer-Dieskau y la primera Cordelia en el estreno de lear.
Sin embargo, parece claro que no hemos dicho casi nada sobre un compositor que regaló al mundo ocho óperas, todas ellas basadas en grandes relatos de lo que algunos llaman «gran literatura»: August Strindberg (Fantasmagoríaen versión alemana de Peter Weiss, 1964), Yvan Goll (Melusina1970), nuevamente Strindberg (Sonata de fantasmas1983), Eurípides (Los troyanosen la versión de Franz Werfel, 1985), Franz Kafka (el castillo1990-92), Federico García Lorca (La casa de Bernarda Alba1998-2000).
La lista de grandes escritores se amplía cuando sumamos diversas piezas corales que cuentan con textos de Juan Ramón Jiménez, Paul Celan, Emily Dickinson, James Joyce, Sylvia Plath, Rainer Maria Rilke, Baudelaire, Edgar Allan Poe, Lord Byron y Günter Grass. Cesare Pavese, EE Cummings y otros, quizás menos sonoros. De todos ellos, Paul Celan, con quien era amigo desde los años 50, es el autor que aparece en la mayoría de las obras del berlinés. Se trata, en definitiva, de un retrato fiel de un creador altísimo. Además, existe una gran cantidad de piezas musicales instrumentales y vocales que conforman una carrera al más alto nivel.
Ante esto, cabe preguntarse por qué este creador sólido y comprometido recibió tan poca atención en el contexto de los grandes nombres de su generación, la de la posguerra, y por qué era poco menos que desconocido en España. Planteo una hipótesis: tal vez no tenía el carisma de los fundadores de imperios sanos que eran tan populares en esta mitad del siglo pasado. Riemann fue alumno de Ernst Pepping en contrapunto y de Boris Blacher en composición, nombres que no figuraban entre los aspectos más destacados de lo que se enseñaba en Darmstadt. El credo musical de Riemann era de perfecta modernidad pero lleno de equilibrio y expresividad, y esto no se vendió bien en el mercado de vanguardia. Además, su punto fuerte, la ópera, quedaba fuera del foco de los cánones imperantes; Sólo su compatriota Hans Werner Henze se había atrevido a desafiar la prohibición implícita del género, y al final quedó como imposible, un personaje extraño, comunista, gay y residente en Italia, por ese orden.
Todo esto es historia y pasado, pero la cuestión de España persiste. Si bien nuestro país permaneció fuera del mercado de las tendencias musicales de vanguardia de aquellas décadas furiosas, siempre hubo resquicios para quienes queríamos informarnos. Y de Riemann sólo recibimos su eco lear, una ópera de éxito arrollador, de la que pronto se ofreció una grabación muy apreciada, pero que estuvo plagada de dificultades de escucha y, sobre todo, de ganas de producirla, al menos hasta la visión de Calixto Bieito presentada en las oficinas de la casa se convirtió en el Teatro Real. Y una vez aceptado surgió otra incertidumbre, el Covid, el confinamiento. Aribert Riemann estaba listo para asistir al estreno madrileño de su ópera en 2020, pero el resto se sabe, cuatro años de parón y Riemann ya no se encontraba con buena salud para asistir al estreno madrileño. Tenía su valor porque las más de cuatro docenas de representaciones de lear El compositor no pudo visitarlos todos en el mundo, pero tengo la impresión de que el berlinés quería conocer la tierra extranjera de García Lorca o Juan Ramón Jiménez. Que descanse en paz.
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