Hace dos décadas, José Luis Peñas dio un paso que cambiaría su vida y la historia reciente de España. Este concejal del PP de Majadahonda (Madrid) comenzó a grabar en secreto al empresario Francisco Correa y a otros miembros de la conspiración del Cinturón con los que había entablado amistad. La iniciativa de Peñas, que en 2007 llevó a la Policía Nacional las grabaciones de audio que había recogido, desencadenó un enorme terremoto político que pasó factura en 2018 (la caída del gobierno de Mariano Rajoy tras la primera sentencia que condenaba al partido conservador por haberse beneficiado de la red de corrupción); y cuyos ecos todavía resuenan hoy. A partir de este lunes, la Audiencia Nacional se prepara para ponerle fin Estuche para cinturón con el inicio del último juicio pendiente, que estuvo marcado por la confesión final de sus principales cabecillas. «Esto completa una etapa», mira ahora Peñas hacia atrás: «No me arrepiento de nada. Mil veces que nací, mil veces que lo volvería a hacer».
“Para mí es un orgullo ser el denunciante de esta conspiración”, continúa el exlíder popular, que recibió el año pasado un indulto parcial del Gobierno después de que el propio tribunal le condenara a casi cinco años de prisión por lucrar con la red. «Lo único que siento es que no pude demostrar ante el tribunal que no recibí dinero, que no engañé a nadie. Que estuve muy cerca de Cinturón, pero no de Cinturón», subraya Peñas, refiriéndose a esta frase; que a pesar del castigo, reconoce su papel clave en el descubrimiento de uno de los mayores casos de corrupción de la actual era democrática. Los datos así lo demuestran: Dado que aún no se conoce el resultado de la última audiencia oral, que inicia este lunes, ya se han celebrado otros once juicios en el inmueble; Se impusieron 22 sentencias (ocho de ellas por el Tribunal Supremo); Se impusieron penas de prisión por un total de más de 750 años a 94 personas…
Sin embargo, la importancia del cinturón se explica principalmente por su alcance político. Los tribunales han considerado probado que Correa había tendido la mano al corazón del PP, que tenía su propia logia b (dirigida durante casi 20 años por el tesorero y gerente Luis Bárcenas) y que había pagado con dinero negro la reforma de su sede nacional en la calle Génova de Madrid. Los conservadores financiaron irregularmente acontecimientos electorales, abrieron la puerta a los gobiernos para conspiraciones, manipularon los contratos públicos… El número de cargos populares (desde alcaldes hasta biofuncionarios nacionales y regionales) y sus familiares condenados se cuentan por decenas.
“[Los miembros de la trama] “Tenían muy buenas relaciones con varios miembros del Partido Popular y tenían influencia para obtener premios”, subraya Ramón Blanco Balín, uno de los asesores fiscales de la red corrupta, en una carta de confesión que envió a la Audiencia Nacional en octubre de este año, en relación con el reciente juicio del Cinturón, que se refiere a las partes de las estructuras corporativas utilizadas para lavar dinero y evadir pagos a la autoridad fiscal. Este exinspector de Hacienda, amigo personal del expresidente José María Aznar, está entre la veintena de personas que tendrán que sentarse en el banquillo a partir de este lunes.
El tribunal ha reservado cinco semanas para el juicio, que finalizará el 20 de noviembre y, salvo modificación, coincidirá con la audiencia oral que el Tribunal Supremo celebrará entre el 3 y el 13 de noviembre contra el fiscal general Álvaro García Ortiz. “Este proceso es muy importante porque trata todo el tema del dinero”, dice el exconcejal Peñas. Fuentes jurídicas insisten en esta idea: esta vista oral será menos significativa desde el punto de vista político (a excepción de Pablo Crespo, mano derecha de Correa y exsecretario de organización del PP gallego, ningún cargo importante se sienta en el banquillo), pero las cifras económicas que se analizarán son contundentes.
El juez de instrucción José de la Mata concluyó que Correa, por ejemplo, recibió casi 31 millones de euros por “su mediación” en la concesión de bonificaciones irregulares, que ocultó al Ministerio de Hacienda, junto con otros ingresos, a través de “una compleja estructura societaria y financiera”, con implicaciones para los paraísos fiscales. El juez resumió el funcionamiento de esta operación criminal de la siguiente manera: “Francisco Correa fundó y dirigió desde finales de 1999 hasta 2009 una Holding Empresa dedicada principalmente a la organización de eventos, incluidos gran parte de los organizados por el PP. El objetivo del grupo era enriquecerse sistemáticamente utilizando ilícitamente recursos públicos mediante la obtención de contratos públicos tanto a través de sus empresas como de terceras empresas previo pago de la comisión correspondiente. Para ello, crearon redes corporativas para obtener contratos, sobornaron a autoridades y funcionarios con los que acordaron violar normas administrativas en materia de contratación pública, emitieron facturas falsas para ocultar los fondos recibidos, ocultaron los ingresos ilegales del Ministerio de Finanzas y los blanquearon en un intento de volver a la vida empresarial legal.

“El citado conglomerado empresarial estuvo vinculado a diversas administraciones públicas y participó en diversos concursos para la adjudicación de contratos de obras y servicios, particularmente (aunque no exclusivamente) en las Comunidades Autónomas de Madrid y Valencia. [gobernadas por Esperanza Aguirre y Francisco Camps]. “Como parte de sus actividades, organizaban actos para el Partido Popular, primero en Madrid y después en Valencia, incluidas varias campañas electorales”, subrayó el profesor De la Mata en la resolución que puso fin a su investigación antes de llevar esta parte del caso a los tribunales, donde también explicó cómo el nivel de impunidad llegó hasta tal punto que las empresas de la red corrupta dejaron de realizar pagos a funcionarios del PP, como por ejemplo el Sr. B. estos, deducidos como gastos realizados a Alberto López Viejo, asesor del gobierno madrileño de Esperanza Aguirre; y Arturo González Panero y Jesús Sepúlveda, respectivos alcaldes de Boadilla del Monte y Pozuelo de Alarcón. Los tres fueron condenados a prisión en otros juicios del Belt.
La cuenta “Soleada”
El juicio final contra Cinturón comenzará este lunes en la sede de la Audiencia Nacional de San Fernando de Henares (Madrid) y estará marcado por la confesión de sus principales cabecillas. Correa y Crespo, quienes cumplieron durante mucho tiempo el tercer grado después de cumplir la mitad de su sentencia efectiva, admitieron las acusaciones en documentos separados enviados al tribunal en las últimas semanas. También Blanco Balín. Pero no sólo ella. Según fuentes jurídicas, al menos una decena (de la veintena de imputados) ya han hecho lo mismo para llegar a un acuerdo con la Fiscalía para obtener una rebaja de las penas que pedían: entre ellos José Luis Izquierdo, el llamado contador de la trama; y Javier Nombela, empleado del Cinturón y exasesor del Ayuntamiento de Madrid.
Esta dinámica de confesiones, que abre la puerta a un acortamiento del calendario de esta audiencia final, demuestra que los corruptos del Cinturón ya se han rendido. Según un recuento realizado por EL PAÍS, medio centenar de imputados han llegado a acuerdos con el Ministerio en los distintos juicios llevados hasta el momento por la trama. En el penúltimo caso, que tuvo lugar en el mismo año 2025 y se centró en los negocios sucios en Arganda del Rey (Madrid), un solo acusado -de los 19 procesados en el banquillo- se negó a reconocer los hechos y finalmente fue condenado.
Fuentes jurídicas sugieren que se espera un proceso final de carácter muy técnico por parte de Belt, que tendrá que sortear este «complejo» enredo comercial de empresas fantasmas y testaferros; impulsado por la conspiración para maquillar “masivo”, “permanente” e “industrial” (en palabras del juez de instrucción de La Mata). El propio Correa admite hoy que la estructura ha adquirido tales dimensiones que ni siquiera recuerda los nombres de algunas de las empresas utilizadas.
De fondo también se expresará la fuerte conexión que el grupo de Correa ha establecido con el PP. Gran parte de los ingresos blanqueados procedían de transacciones con el Partido Conservador, como ha quedado demostrado en otros juicios anteriores. Así lo describe Blanco Balín en su última confesión: “[Correa] “Había recibido mucho dinero, que sospecho procedía de comisiones sobre premios de campaña financiados por empresarios privados, lo que también le permitió mediar con esos empresarios en cuestiones de contratos y adjudicaciones públicas”.
La parte de la investigación que se lleva a cabo desde el lunes también se refiere a la famosa cuenta bancaria. Soleadoen Suiza, y las conexiones de Francisco Correa con Dante Canonica -director de la fundación panameña Lucum, a cuyo nombre se abrió la cuenta de Juan Carlos I en el banco ginebrino Mirabaud & Cie, sobre la que el entonces jefe del Estado recibió 64,5 millones de euros del gobierno de Arabia Saudí- y Arturo Gianfranco Fasana -administrador externo de la cuenta del Rey Emérito-. “Arturo Fasana y Dante Canónica me los presentó Blanco Balín”, dice el líder del Cinturón en su última carta de confesión, en la que destaca: “Blanco Balín me dijo que estaba completamente protegido en la cuenta”. Soleadodonde, a su juicio, había gente de la mayor importancia de España”.
Con ello, la Audiencia Nacional se prepara para poner fin a una de las grandes etapas de corrupción que ha sacudido al país. Pero habrá epílogo en 2026, cuando el tribunal haya programado el juicio de la Operación Kitchen, el plan de espionaje parapolicial impulsado después por el Gobierno de Mariano Rajoy para, presuntamente, intentar sustraer documentos comprometedores a Luis Bárcenas, con el objetivo precisamente de boicotear la investigación judicial contra Correa.
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