Vic y Badia del Vallès están separadas por una carretera de 60 kilómetros… y algunas cosas más. Difieren en origen y morfología urbana, en composición demográfica e identidad, así como en nivel de ingresos y población (48.000 frente a 13.000). Incluso votan diferente. Muy diferente. En Vic (Barcelona), referente de la Cataluña interior, el 77% de los votos fueron para los partidos independentistas en las elecciones autonómicas de 2021. En Badia del Vallès, localidad del área metropolitana creada como urbanización franquista, los partidos constitucionalistas consiguieron un 75% de apoyo. Ha pasado una década desde la primera consulta organizada por Artur Mas. Vic, que encabezó la secesión, muestra signos de desgaste pero mantiene viva la llama. Badia, que fue escudo involuntario de la resistencia, vive con cierta indiferencia la lenta muerte de la resistencia Procesos.
Vic: la “tierra santa” del independentismo
El centro histórico de Vic, una estructura de ciudad medieval, tiene el carácter de lo inmutable. Todo parece ya hecho, terminado, tallado en la piedra de iglesias y mansiones, la mayoría privadas y cerradas al público. La identidad de esta ciudad del interior de Cataluña, que defendió la independencia antes de que estuviera de moda y que expresó su voluntad de romper con el Estado en cualquier nuevo conflicto, permanece igualmente sin cambios. En 2021, los partidos independentistas (Junts, ERC, CUP y PDeCAT) coparon cuatro de los cinco primeros puestos, con casi el 77% de los votos.
La Plaza Mayor no es apta para agorafóbicos y nunca fue pavimentada para conservar la esencia del pasado. El mercado semanal se celebra en la arena como en la Edad Media. Es la tierra santa del movimiento independentista. En 2018, durante la larga resaca del 1-O, fue escenario de protestas simbólicas y a menudo controvertidas. Aquí, como en un cementerio, se erigieron cientos de cruces amarillas para los políticos encarcelados hasta que fueron atropellados por un conductor loco. Y aquí también, cada tarde, el ayuntamiento utilizaba los altavoces y el repique de campanas para hacer sonar un mensaje a la población de que no se olviden de los “expulsados” y perseveren: “No nos desviemos de nuestro objetivo, la independencia de Cataluña.»
El día es gris (como en muchos lugares de Vic, sobre todo en invierno) y hace frío. En los edificios de las columnatas que rodean la plaza todavía se pueden ver retratos de los políticos que huyeron, con especial recuerdo de Marta Rovira, que vino de Vic y se instaló en Suiza. Pero los parlantes ya no suenan. Y hay aún menos Steladen como anteriormente. Puede que la sensación no haya cambiado, pero el paisaje visual sí, admite con tristeza Anna Esmarats, de 41 años, embarazada. «Todavía tengo el mío estelada en casa, pero falta ambiente… Muchas de las banderas que veis ni siquiera estaban hace unos días, las sacaron por Sant Jordi. La gente se detuvo. “Se hicieron promesas que no se cumplieron”, afirma la licenciada en ADE, que el 12 de marzo duda si votará a Junts o a la CUP.
A Esmarats le mueve la independencia pero le preocupa el idioma. Cree que el catalán está en peligro, incluso en un lugar como Vic. “Mi hija de cinco años va a la escuela pública y a veces juega español en el patio de recreo. «Esto es algo que no ha sucedido antes y me molesta», dijo frente al Ayuntamiento, donde los símbolos independentistas y los mensajes de amnistía o independencia son eliminados por la fuerza con cada nueva campaña electoral. Esta vez fueron recibidos por una pancarta que decía “ Defender la lengua, valorar la tierra., una carta de amor al catalán que el Ayuntamiento de Vic, liderado por Junts, ha convertido en un plan de acción que, entre otras cosas, obligará a los proveedores del ayuntamiento a cumplir cláusulas lingüísticas. “En muchos lugares de Vic no se puede vivir en catalán”, declaró el alcalde Albert Castells cuando presentó el plan hace unas semanas.
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Castells le recibe con una sonrisa amable y recuerda que Vic ya no es (o no sólo) la ciudad conservadora y algo cerrada de ayer, en parte porque los 6.000 universitarios que alberga le han obligado a abrir la mente. Desde hace menos de un año está al frente de un ayuntamiento en cuyos salones góticos “el peso de la historia recae sobre él”. El concejal de Junts admite que las cosas han cambiado tras el revuelo que provocó el referéndum del 1-O de 2017 y la persecución de políticos. “La tensión era grande. Ahora estamos en un escenario diferente”. Y no sólo por conceder indultos y aprobar amnistías. “Está claro que algunas personas se han cansado de la falta de unidad entre los políticos. Pero siguen ahí, no han dejado de ser independientes”.
La gama de temas discutidos en las calles se ha expandido más allá de las fronteras. Procesos aunque, en opinión de Castells, todos (infraestructuras, seguridad, inmigración e idioma) apuntan a la misma solución final: la independencia. La llegada de inmigrantes africanos para trabajar en la industria cárnica de Osona, uno de los motores económicos de Cataluña, plantea «un desafío» para mantener vivo el catalán, afirma el alcalde, que ha creado el primer departamento dedicado a la lengua. “Hemos sido un modelo de éxito y podemos seguir acogiéndolos, pero nos llegan avalanchas incontroladas a un ritmo moderado o lento”.
Castells nació y creció en El Remei, el distrito que comienza donde nace el río Meder y donde ya se desdibuja el trazado medieval de una ciudad que tuvo un gran peso político al ser sede de un condado y de un extenso obispado. Hace más de un año, en esta zona de abrupta transición, se inauguró como homenaje al ilustrador la magnífica biblioteca Pilarín Bayés, vínculo entre el Vic más castizo y los barrios donde vive parte del 30% de la población extranjera. El origen está concentrado. La biblioteca está situada en el solar del antiguo cuartel de la Guardia Civil, donde ETA llevó a cabo un atentado que acabó con la vida de diez personas.
Fátima está sentada en uno de los bancos de piedra blanca frente a la biblioteca, acunando a un bebé en brazos y vigilando a su otra hija mientras corre. En catalán dice entender la identidad independentista de Vic, donde vive desde hace 12 años, aunque no le importa. “Me preocupa que las niñas vayan a la escuela y que la ciudad esté limpia”.
Badia, la ciudad ignorada por el 1-O
Badia del Vallès es un municipio sin historia. Una ciudad de 5.372 viviendas construidas a finales de los años 1970. Todas las casas son de propiedad y están protegidas oficialmente y sólo se pueden alquilar después de medio siglo. Los apartamentos se agrupan en bloques grises, de entre cinco y 16 pisos, un claro ejemplo de ello. Política de desarrollo Franquistas Son casas empapadas de amianto hacinadas en un kilómetro cuadrado. La prohibición de alquilar las viviendas ha supuesto que los vecinos que compraron los pisos -correos, ferrocarriles o policías andaluces, extremeños, gallegos o castellanos- sigan viviendo en el municipio. Son un claro ejemplo de que la población se siente atacada por un independentismo que no siempre contó con ellos. El PSC siempre ha ganado en Badia, aunque Vox fue la segunda fuerza en las últimas elecciones autonómicas.
Los urbanistas del régimen franquista diseñaron Badia basándose en el modelo de la Península Ibérica. Todas las calles del municipio tienen nombres geográficos y los dos límites están marcados por la Avenida del Mediterráneo y la Avenida del Cantábrico. La calle principal donde se ubica la iglesia y el ayuntamiento se llama Avenida de Burgos. Antes de resistir Procesos, Badia logró su propia secesión. En la década de 1970, los residentes de una zona industrial dividida administrativamente en dos comunidades vecinas se sentían abandonados. Se manifestaron, lucharon y ganaron la independencia municipal el 14 de abril de 1994 (63 años después de la proclamación de la República), por lo que Badia como ciudad tiene sólo 30 años.
A diferencia de 2017, hoy en Badia ya no se ven cristales rojizos en las ventanas. «Aquí está el que colgó uno estelada Desapareció muy rápido”, explica el dueño del bar El Paseo frente al ayuntamiento, donde gobierna Eva Menor (PSC) desde 2009. Como la mayoría de sus vecinos, no nació en Cataluña. Él viene de Madrid. A los 25 años se enamoró y se mudó a Badia. “En primer lugar, los vecinos no votan por la independencia por su origen. Han preservado sus raíces culturales y permanecen conectados con sus territorios. Pero también tienen un sentimiento catalán que ha sido ignorado. El independentismo nos identificó como malos catalanes Charnegos, e ignoraron y humillaron a los vecinos”, se queja. Pero supera el trauma ProcesosMenor -que ocupa el puesto 14 en las listas de Salvador Illa para el 12-M- apunta que las preocupaciones van en otra dirección, como eliminar el amianto de las viviendas antes de 2025.
Fernando Domínguez tiene 78 años, ha trabajado en Correos toda su vida y fue uno de los primeros en comprar un piso en Badia. Posteriormente se desempeñó como concejal socialista, estudió historia después de su jubilación y se desempeñó como juez de paz. Caminando con él por la comunidad te das cuenta de que en Badia “no se daba nada” y que todo había que lograrlo a base de la “lucha vecinal” de quienes no tenían más recursos que entusiasmo. Fue filmado aquí perros callejeros, ejemplo del cine Quinqui; Pero aquí también nació Antonio Díaz, el mago del pop, a quien está dedicado el auditorio público. Tal es la creencia de que el municipio fue construido por inmigrantes de otras partes de España que el escudo de la ciudad es una golondrina, símbolo de la migración.
Es viernes y son las 12:00 horas. Domínguez se casará con algunos vecinos: Mauricio Molano y Janette Carrillo. Los dos ya pasaron la cuarentena y están en su segundo matrimonio. Eres residente de Badia pero naciste en Colombia. “Por supuesto que el independentismo no gana”, se atreve a decir Molano, muy nervioso, mientras teme que su familia en América pueda ver la ceremonia (por videollamada). Al final, los 18 invitados lanzan pompas de jabón a los novios a la salida del Juzgado de Paz del municipio más constitucionalista de Cataluña.
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