
Primera escena: una larga conversación después de cenar. De esos en los que juegas con las migas de pan que sobran y cuentas las manchas de vino tinto en el mantel. De vez en cuando se oye el tintineo de un vaso. Y en algún momento alguien lo menciona. Quien sea. Y como si alguien golpeara la mesa, una voz dice: “Que ganen lo más rápido posible y así se irán antes”.
Hay muchas versiones de esta escena. El aburrimiento por el oportunismo político de los líderes que avivan el miedo a la extrema derecha para afianzarse es palpable. También el malestar con algunos discursos del tipo “estás conmigo o estás contra mí” en el Congreso, que muchos llaman polarización.
Sin embargo, en los últimos meses he oído y leído que personas cultas y experimentadas discuten con cierto pragmatismo la posible entrada de la extrema derecha en el gobierno de nuestro país, lo que me preocupa. Y es sorprendente que sea inevitable.
Mientras todo esto sucede y las cosas parecen verse desde una distancia privilegiada, el voto de los más jóvenes a la extrema derecha se consolida y se sitúa en torno al 25%.
No es nada nuevo que los nuevos partidos ultraconservadores basen su ideología en la infracción de la ley. Javier Milei y su partido, La Libertad Avanza, dieron un discurso que calificaron de libertario, con innumerables recortes, en el que quisieron denigrar todo lo que tuviera que ver con derechos sociales: política feminista, pensionistas, opositores… Se tilda a todo de “zurdo”. Y acaba de ganar las elecciones generales.
Lo mismo está sucediendo en Polonia y Hungría, cuyos gobiernos han utilizado una retórica antiinmigrante que sataniza infamemente a la comunidad LGBTBI. Orbán se ha pronunciado contra los inmigrantes, en particular los musulmanes, difundiendo una narrativa que los presenta como una amenaza a la identidad y seguridad nacional del país.
Pero todo esto ya lo sabemos. Lo que tal vez falte es conectar los puntos. Es decir, cómo de la palabra a la acción. El estallido de violencia xenófoba en Torre Pacheco. Los homenajes a Mussolini y las manifestaciones por la reemigración en Italia. Los disturbios en La Haya tras discursos que vinculan la inmigración a problemas de seguridad y de recursos públicos. El último informe de ACLED, una organización que recopila y analiza información sobre conflictos, muestra que en Europa, los grupos de extrema derecha estuvieron detrás del 85% de la violencia “radical” registrada recientemente. El discurso de una “identidad europea amenazada” está presente en estos acontecimientos.
En América Latina, como se destaca en un artículo de revisión de harvard, Los movimientos radicales de derecha ensalzan identidades patriarcales, autoritarias y racistas, fomentando la violencia contra los pueblos indígenas, los afrodescendientes, las minorías sexuales o aquellos que consideran “enemigos del país”.
Y España no se queda atrás: el documento más reciente De España al mundo muestra cómo varios actores españoles ultraconservadores (incluidos el Opus Dei, Hazte Oír y Vox) han formulado políticas transnacionales que impactan a América Latina y África, contribuyendo al crecimiento de la extrema derecha y al bloqueo de los derechos sexuales y reproductivos.
Segunda escena: Enrique Tarrio tiene actualmente 42 años y vive en Miami. Se unió a los Proud Boys, el grupo de extrema derecha, y se hizo fan del candidato Donald Trump en 2020. El 6 de enero, mientras Trump planteaba dudas sobre la legitimidad de la victoria de Joe Biden y animaba a sus seguidores a invadir el Capitolio, Tarrio se encontraba en un hotel a 70 kilómetros de distancia. En el juicio posterior se demostró que Tarrio había participado activamente en el ataque al asilo y fue condenado a 22 años de prisión. Durante el juicio se disculpó y dijo: «Yo era mi peor enemigo. Mi arrogancia me convenció de que era una víctima». Cuando Trump ganó las elecciones, fue indultado junto con todos los demás convictos. Actualmente, Enrique Tarrio ha creado una aplicación para incentivar a la ciudadanía a denunciar a las personas indocumentadas.
Entonces, ¿qué pasa con el mensaje de odio? Tierra quemada. Paul Celan y TS Eliot, dos de los poetas más importantes del siglo XX, utilizaron esta misma imagen para nombrar el horror. Eliot utilizó un páramo devastado para simbolizar un continente que fue destruido moral, espiritual y físicamente después de la Primera Guerra Mundial. La vida intenta abrirse camino (abril, recordemos, el mes más cruel) por terrenos muertos, abrasados por la historia e incapaces de dar frutos. Celan recurrió a imágenes similares para crear arte tras el horror del Holocausto escapar de la muerte, cuya palabra original alemana significa literalmente tránsito sobre tierra arrasada. Una tierra yerma sin palabras, donde sólo queda el resto del lenguaje.
Recordemos, como dicen los poetas, que en tiempos de cenizas es el fuego de la historia el que nos advierte que no podemos escapar tan fácilmente del odio, cada vez que nos preguntamos: ¿Y luego qué?
