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En el siglo VII a.C. En el año 200 a.C. una embarcación fenicia de poco más de 8 metros de eslora naufragó en la costa de la región de Murcia, a unos 50 metros de la actual playa de La Isla, en la localidad de Puerto de Mazarrón (aprox. 10.500 habitantes). El barco fue descubierto en 1994 a unos 2,5 metros de profundidad y después de casi tres décadas de debate sobre si sacarlo o no del mar, ha llegado este momento: será retirado de su ubicación original para ser enviado a laboratorios. ser tratado. Especialistas del Museo Nacional de Arqueología Subacuática (ARQUA) de Cartagena, el próximo mes de septiembre. Expertos en arqueología subacuática y construcción naval ya están ultimando los preparativos para llevar a cabo esta delicada operación, que durará unos dos meses hasta finales de octubre.
La recuperación del pecio nada tendrá que ver con la «idea bucólica» de un barco emergiendo completamente del agua, «como si estuviéramos en la película ‘Piratas del Caribe'», advierte el arqueólogo Carlos de Juan, experto de La Universidad de Valencia, que se encargará de los trabajos y también dirigió el estudio detallado realizado el pasado verano sobre los restos para documentarlos y comprobar su estado real. Una actuación de este tipo, subraya, sería completamente impracticable por la edad de la madera, el estado débil en el que se encuentra y, sobre todo, porque el barco “ya está roto y tiene miles de grietas visibles e invisibles”. y con varias separaciones.» «El pequeño pecio está completamente fragmentado, está formado por un conjunto de muchas tablas apoyadas sobre arena. Si quitamos la arena para sacarla, el barco se desmoronará”, resume.
De Juan quiere disipar las dudas que han surgido en los últimos años desde la decisión de recuperar los restos del naufragio en 2021 sobre la forma en que se llevará a cabo. Algunas voces insistieron en la posibilidad de retirar el barco completo, citando como ejemplo casos de otros barcos como el “Mary Rose” encontrado en Inglaterra o el “Delta II” en Cádiz. El arqueólogo recuerda que ambos eran grandes buques de guerra (el pecio fenicio mide sólo 8,20 metros de eslora, 2,20 metros de manga y un calado máximo de 0,90 metros) y en el siglo XVI fueron construidos unos 2.000 años después de “Mazarrón II”. La madera de estos barcos tampoco tiene «nada que ver» con la madera con la que están hechos los restos del naufragio fenicio, cuyos armazones son de madera de higuera y los zócalos son de madera de pino, que sólo tiene unos tres centímetros de espesor y apenas tiene cualquier «estructura» misma.
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A partir de los datos científicos disponibles, los investigadores han desarrollado una propuesta para recuperar los restos del naufragio divididos en 20 secciones, que serán colocadas sobre una especie de “bandejas” de resina que actualmente se están fabricando específicamente para este proyecto. Se trata de estructuras en las que mediante un sistema constructivo 3D se ha moldeado la forma de cada tramo, que se apoyan horizontalmente sobre estas cajas y se trasladan a ARQUATEc, el laboratorio especializado del Museo Nacional de Cartagena, uno de los más avanzados de Europa y también mundial.
La extracción tomará aproximadamente dos meses y cada sección requerirá dos días hábiles. Estas tareas serán realizadas por un equipo multidisciplinar de 14 personas (diez en el fondo marino y otras cuatro en el “laboratorio de campaña”), que se instalará en la zona en agosto.
Las piezas del pecio serán trasladadas al laboratorio de Cartagena, donde se someterán primero a una limpieza mecánica para eliminar posibles residuos de arena, plantas o animales marinos, seguida de una ósmosis para eliminar los posibles cristales de sal y un tratamiento preventivo ante una posible contaminación con hierro. óxidos. Luego se sumergen durante dos o tres años en un tipo de resina llamada polietilenglicol (PEG), que llena las cavidades celulares de la madera reemplazando el agua que contienen. Una vez finalizado este largo proceso, la madera se congela por debajo de los 90 grados antes de someterse a la “liofilización”, proceso en el que los tableros se exponen al vacío para lograr la sublimación del agua, es decir, al estado gaseoso, transferida sin pasar por el Estado líquido, lo que asegura que la madera se seque sin deformarse.
En el proceso participarán todos los técnicos de ARQUATEc, así como especialistas de EE.UU. y Turquía. Se estima que todo el proceso durará cuatro años. Es decir, cuánto tiempo tardará en abrirse al público y dónde se llevará a cabo es otro de los puntos que ha causado polémica en torno al barco fenicio.
El director general de Patrimonio Cultural de la Comunidad Autónoma, José Francisco Lajara, se muestra cauteloso al respecto e insiste en que el tiempo que llevará el proceso de conservación debe aprovecharse para crear un espacio que reúna todas las condiciones necesarias para la exposición. Destaca que la colaboración entre la Comunidad Autónoma y el Ministerio de Cultura ha sido hasta ahora fructífera en todos los aspectos: ambas administraciones coincidieron en 2021 en que lo mejor para el barco era sacarlo del mar en cuanto se comprobara que el La caja metálica instalada en 2000 que lo protegía se hundió en la arena más rápido que los restos del naufragio, lo que corría el riesgo de ser aplastado, decisión confirmada por la Unesco en mayo de 2022. La Comunidad Autónoma invertirá 350.000 euros en la recuperación del buque y el Ministerio financiará el tratamiento posterior en los laboratorios ARQUA.
El desmantelamiento, asegura el político, genera «emoción» y una «enorme responsabilidad», ya que será «un hito para el patrimonio cultural a nivel regional, pero también nacional e internacional». Sólo un puñado de barcos de este período o anteriores sobreviven en todo el mundo, y este ejemplo se considera «único» en arqueología, un objeto único que abre la puerta a la investigación de aspectos no sólo de la construcción naval y la navegación de la época fenicia, sino también de la interacción de esta cultura con los lugareños de la región, las técnicas “híbridas” y las costumbres de esta parte del Mediterráneo en esta época lejana, afirma De Juan. Además de los restos prácticamente completos, también se encontró todo el cargamento que fue minado entre 1999 y 2001: más de dos toneladas de lingotes de mineral de plomo, un ánfora, un molino de mano, una cesta de esparto con restos de madera, cuerdas de esparto. de diversos espesores y tipos, accesorios para estiba y protección del casco y su anclaje de madera y plomo. Para el director general, de hecho, el principal objetivo de este salvamento es «aprender todo lo posible del pecio», ya que cree que el estudio posterior del barco aportará mucha información histórica sobre la historia de la región de Murcia» Desde hace más de 2.500 años un punto estratégico en el comercio internacional”.
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