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Por primera vez se ha demostrado la existencia de un túnel en el subsuelo lunar que parece un tubo de lava vacío. Tiene hasta 80 metros de largo, se encuentra a más de 100 metros bajo la superficie y se accede a él a través de un enorme pozo cerca de donde Neil Armstrong y Buzz Aldrin dejaron las primeras huellas humanas en la luna. El equipo internacional de investigadores que alcanzó este hito en el conocimiento de la geología lunar publica su estudio esta semana en el último número de la revista astronomía natural.
Este descubrimiento tiene un impacto importante en los planes de las agencias espaciales de establecer colonias en la Luna, ya que la cueva es lo suficientemente grande como para albergar una base humana bajo tierra, protegiendo a los astronautas de temperaturas extremas y radiación cósmica. “Hace más de 50 años que existen teorías sobre estas cuevas, pero esta es la primera vez que demostramos su existencia”, explica Lorenzo Bruzzone, profesor de la Universidad de Trento (Italia) y autor principal de la investigación.
En 2010 como parte de la misión de sonda. Orbitador de reconocimiento lunar (LRO), el instrumento de radiofrecuencia en miniatura, recopiló datos que abarcaron un agujero de 100 metros de ancho en el Mar de la Tranquilidad, la llanura en la que se encuentra Apolo 11. “Años más tarde, volvimos a analizar estos datos utilizando complejas técnicas de procesamiento de señales que desarrollamos recientemente y descubrimos reflejos de radar en la zona del pozo; y la mejor manera de explicarlo es la existencia de una tubería subterránea en una cueva”, dice Bruzzone.
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“Gracias al análisis de los datos pudimos crear un modelo de una parte del canal”, continúa Leonardo Carrer, también investigador de la Universidad de Trento y codirector de la investigación con Bruzzone. Para confirmar su explicación de que el origen de estas señales de radar es un tubo de lava vacío, los investigadores visitaron las cuevas volcánicas más similares conocidas en la isla canaria de Lanzarote y realizaron simulaciones de radar utilizando un dron equipado con tecnología lidar para realizar escaneos 3D de las cavidades subterráneas. .
Datos de orbitadores lunares como el estadounidense. Orbitador de reconocimiento lunar y los japoneses selene, se utilizaron para localizar más de 200 pozos en la superficie lunar -llamados tragaluces- y que los científicos creían que podrían ser la entrada a cuevas de gran volumen. Pero hasta el momento no se ha encontrado ninguna de estas grandes cuevas.
Bruzzone, Carrer y su equipo decidieron analizar la fuente más profunda conocida en la Luna, cuyo radio de entrada es de unos 100 metros. Según su análisis, estiman que llegar al canal de lava vacío requeriría un descenso de al menos 130 y 170 metros; y el tubo podría tener hasta 80 metros de largo y 45 metros de ancho. Se trata de unas dimensiones muy similares al tamaño mínimo exigido para un campo de fútbol.
Protección en un ambiente hostil
Los autores también creen que la accesibilidad y la inclinación del canal son prometedoras para su uso como base lunar. Y destacan que este tipo de cuevas podrían ser muy comunes entre las llanuras lunares. La trascendencia científica de este trabajo para el desarrollo de misiones a la Luna radica en que la superficie del satélite natural de la Tierra representa un entorno hostil para la vida humana. Las temperaturas superficiales en la cara iluminada de la Luna pueden alcanzar los 127°C, mientras que las temperaturas en la cara no iluminada pueden bajar a -173°C.
La radiación cósmica y solar en la superficie lunar puede ser hasta 150 veces más fuerte que la que experimentamos en la Tierra, y existe una amenaza constante de impactos de meteoritos. Estas condiciones requieren la búsqueda de lugares seguros para la construcción de infraestructura que puedan apoyar la exploración sostenible. Cuevas como estas ofrecen una solución a este problema.
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