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El gran espectáculo de la tarde llegó en el quinto. Comportamiento externamente serio e internamente muy serio. Obedecieron las varas sin más, fueron detenidos en banderillas y entregados en la muleta cuando nació su matador Manuel Escribano. Cuando el toro era derrotado a la primera oportunidad, para la Muleta era como lanzar una moneda al aire: cara o cruz. No fue una tarea complicada, pero siempre apasionante. Por la izquierda, el toro se presentó con las dificultades propias de un toro curtido y bravo, que le humilló buscando una muleta y tomándola con entusiasmo. Escribano mantuvo el dedo en el pulso a Victorino, aunque el desarme no suavizó la tarea y el público se mostró muy solidario con la causa. Para darle aún más emotividad al conjunto, se centró la atención en una obra que tuvo gran importancia durante la instalación con un salto mortal sin consecuencias. Fue difícil llevar al toro por el camino correcto, pero el empujón final, potente y eficaz hacia arriba provocó el delirio. Se solicitaron ambas orejas, pero no estaba claro que sólo se concediera una. El toro dio media vuelta en su arrastre entre atronadores aplausos.
Rafaelillo cumplió inicialmente la tarea de torero experimentado sobre el torero guapo y cachondo: con actitud, con cierto carisma liguero, con una pequeña galería. El toro achacó el excesivo castigo que recibió con varas y, aunque estuvo algo falto en la carga, también se dejó llevar por las caídas de calidad. Una serie a la derecha y otra final a la izquierda fueron las mejores obras que se mantuvieron fieles a su estilo.
El cuarto fue nulo de principio a fin. Protestado durante tres tercios del recorrido, llegó sin aliento a las manos de Rafaelillo, como un pedazo de basura. No hubo manera de aclararlo y el murciano tuvo que tomar atajos ante lo visto.
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El segundo salió barato, más que justo también, y salió cojeando para recuperarse del segundo tiempo. También lo golpearon a palos, pero cuando Victorino se lo puso fácil, no se lo puso fácil a Escribano en el jardín derecho. En el lateral izquierdo fue algo diferente: con mayor distancia, aunque siempre miró de reojo a su matador. El escribano natural lo llevaba durante mucho tiempo, siempre con insistencia y en terreno prohibido. Un susto cerca del final de la faena y un empujón fallido acabaron con el capítulo.
No con mucha potencia, como el resto de la corrida, la tercera, pero sí un toro con muy buena formación, con clase. Y humillante cuando coges la muleta. A Borja Jiménez siempre le costó meterse el toro en la franela. Una sumisión de golpes justos de Muletazos, ni carencia ni exceso. Y por supuesto dos versiones con una interpretación muy rica: traer buena suerte o estar juntos. Todo muy sincero y tremendamente resolutivo. Pero mató rápidamente y la victoria se esfumó.
El sexto se utilizó y empujó con clase y se mostró obediente a la muleta, aunque le molestó la cercanía con la que Borja Jiménez le condujo en el toreo. Con mucho coraje y buscando las idas y vueltas del toro, el torero sevillano trabajó duro, aunque no brilló. El toro, que poco a poco había ido aprendiendo la lección, se volvió un poco descarado al final y Borja Jiménez decidió no prolongar la faena. Un oído generoso.
MARTÍN / RAFAELILLO, NOTA, JIMÉNEZ
toros de Victorino Martín, bien presentado salvo el segundo, pequeño y muy poco ofensivo. Solo en términos de fuerza, pero con una gran formación de clase. El quinto, confiado y valiente, se dio la vuelta al ring.
rafaelillo: dos pinchazos (saludos); Choque punzante y desapegado (saludos).
Manuel Escribano: estocada trasera y separada _ aviso _ (oreja); gran empujón _aviso_ (oído, pedido del segundo y dos vueltas al ring, con enfado monumental contra el presidente). Atravesó la gran puerta sobre sus hombros.
Borja Jiménez: tres empujones y un empujón (saludos); Estocada hacia adelante y acostado (oído).
plaza alicante. 24 de junio. La parte final de la Feria de las Hogueras. Entrada de medio cuerpo (6.412 espectadores según empresa).
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