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Lo inusual es que en la entrevista aparecen los seis músicos y no sólo el líder y quizás un grupo. Se visten sin prestar mucha atención a su ropa, a excepción de Lluch Valverde (clarinete, saxofón), que luce meticulosamente descuidado. Hacen música que no suena actual, moderna o sofisticada, pero no se sienten en absoluto hippies como algunas de sus inspiraciones y modelos musicales. Un aura de aparente despreocupación y sentido del humor se apodera de ellos, empezando por el nombre «The Ludwig Band», con un artículo, como antes, y han lanzado su tercer álbum, «The Ludwig Band». gracias por venir, quien la validaría en el panorama local. Y no hacen canciones folklóricas ni pastorales pedantes, ni riman sólo con siete sílabas, ni son el segundo mejor grupo de Espolla. «Fuimos ingenuos al principio de la carrera y dijimos estas estupideces por nerviosismo más que por la intención de establecer una estrategia, y han estado con nosotros desde siempre. «Yo inventé las siete sílabas cuando era pequeño, por un concurso en el que participé”, afirma Quim Carandell, 27 años, la edad media del grupo del que es compositor, letrista y cantante.
Sólo Lluch es de Espolla, pero el resto de la banda, todos barceloneses, casi todos recibieron su educación en colegios cuidadosamente elegidos por sus padres (perfil Sunion o Costa i Llobera, este último colegio pertenecía a los Manels que publicaron a ellos). Ludwig Album en su sello “Cerámicas Guzmán”) cultivan y mantienen una relación con la pequeña comunidad del Empordà, donde algunos de ellos han vacacionado, vivido y trabajado o tienen familia. Andreu Galofré (bajo) señala: “El lugar de nacimiento de los miembros de un grupo es diferente de la identidad que puedan tener”. La idea la enfatiza Lluch, el único que vive allí todo el año: “Es como si venían “nosotros de Espolla, donde nos reconocen como algo típico de la ciudad”.
Los que no nacieron allí estuvieron alguna vez bajo la influencia de la mitología rural “los beatus ille Al principio me influyó, pero cuando vives aquí y construyes tu relación con la ciudad, pierdes esa perspectiva tan urbana”, afirma Quim. Y la vida en la ciudad fuera del verano es dura. Entre Quim y Lluch lo desarrollan: “El fuego Del Canigó de Sant Joan lo llevan los más pequeños y los mayores, pues ninguno de los mayores quiere ponérselo, sienten que les queda poco y las moscas les persiguen. Igual de duro fue el reciente cierre de negocios tradicionales, como una carnicería con más de un siglo de antigüedad que resistió la pandemia y cuya desaparición fue una cuestión de Estado porque las personas mayores en Figueres no pueden ir a comprar”. de sus formas muy presente en pequeñas comunidades. Ya lo han reflejado S’ha muerto la casa más antigua de Espollauna pista de su álbum anterior.
La banda suena a rock y folk antiguo y clásico y quizás recuerda a Dylan, Pau Riba, Umpah-Pah, Ia-Batiste y luminarias similares. Quim vuelve a hablar. “Sostenemos que el rock no es para divorciados de 50 años que se compran una Fender y ensayan en el garaje. El rock es una cosa viva que todavía tiene seguidores de todas las edades.» La indiscutible afirmación no niega que las formas del rock ya no son inquietantes ni inquietantes, dejando este factor clave de la música joven a otros estilos denostados. “Si somos un grupo complaciente con la generación de nuestros padres”, aclara Lluch, “eso nos es algo ajeno”. Si pasa, pasa. Hacemos la música que queremos hacer, no creamos un grupo para seguir un discurso sobre la relación entre generaciones. Nuestro trabajo es jugar y jugamos lo que nos gusta jugar”.
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Pau Esteve (teclados) finaliza la canción: “Esto es lo que tiene la historia de la música: el rock no es tan viejo como para que los que lo escuchaban cuando eran jóvenes hayan muerto”. Lo que está claro es que no desprecian la música y también lo hacen. No quiero ser un defensor de las formas clásicas frente a las más populares de la actualidad: “Cualquier música que se toque con intención es buena música. “Cualquiera que haga música debería hacerlo, sin importar qué instrumentos o máquinas utilice”, enfatiza Roger. Por cierto, casi todos los miembros del grupo, excepto su líder, asistieron a un conservatorio o estudiaron música, y la formación musical más crítica que defiende el líder es la de quienes la recibieron. Lluch, el más argumentativo, subraya: “Sólo utilizo un porcentaje muy pequeño de lo que he aprendido. Estoy enojado y frustrado por los conservatorios. No es una pérdida de tiempo, pero sólo están explicando una forma de hacer música. Te dan pescado, no te enseñan a pescar”, afirma.
El álbum con temas de perfil. Banda de la calle E, con algo de blues, sabores folk y toques pop, es el que tiene más metales de los tres que editaron. Es hora de reírse de uno mismo. “Todos los grupos catalanes retroceden hasta sentir txarango. Empezamos a añadir más vientos”, afirma Quim. Sus compañeros se ríen, aplauden el incidente y afirman que su liderazgo no es dictatorial. Gabriel Bosch (guitarra) lo explica: “Él trae las canciones, las vamos desarrollando y cuando vemos que no funcionan las descartamos y probamos otras”. Parece sencillo. Donde no hay tanta unanimidad es en la escuela de la banda, que algunos, muy pocos, liderados por Lluch, ven como la continuidad de la banda rock catalán y otros, con Quim a la cabeza, lo desmienten. «Él rock catalán Ha envejecido mal. No estamos en esa tradición y cuesta entender por qué La Movida, que también ha envejecido mal, suena hoy anticuada y el rock catalán suena a un cacique convergente de las regiones. Suena a catalán Resobao“.
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Hay excepciones, como toda generalización: “Somos muy fans de El Pets y de Lluís Gavaldà, es el mejor”, afirma Quim con rotundidad y con el acuerdo de los demás. Quim canta todo ello con cierta moderación dylaniana, que ve en cierto modo como un elemento más de la propuesta de la banda, que a todos ellos se les explica mejor en los conciertos. “Ofrecemos un espectáculo que, sin ser del todo transgresor, quiere ir en contra de las normas de la música actual, no tanto por una nostalgia irracional por el rock y los sesenta, sino por hacer algo que esté vivo en medio de todo” Una forma de “ofrecer música cada vez más limitada a metrónomos y espectáculos de luces”, resume Quim. ¿Y usar castellanadas en las letras? “Su objetivo es contrariar a los catalanes ricos de derechas que se preocupan por la pureza de la lengua. Es una licencia de rock que me tomo, y en los conciertos digo «bueno» y ««Bien». Genio y figura.
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