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España se enfrenta a un importante cambio demográfico que tendrá profundas consecuencias económicas y sociales en los próximos años. Por esta razón, a menudo surgen debates sobre las consecuencias y las medidas para promover una transición sin problemas. Luz Rodríguez, catedrática de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, y yo comentamos esta semana el impacto de este cambio demográfico en el mercado laboral de Valencia. De particular interés fue la cuestión de cómo se podría combinar el envejecimiento con el cambio tecnológico actual, que tiene un impacto único en la participación de las personas mayores en el empleo y la economía.
Cuando hablamos de envejecimiento desde una perspectiva de política económica, tradicionalmente nos centramos en la sostenibilidad del sistema de pensiones y, por tanto, en su necesaria reforma. Y como sabemos, uno de los principales impactos del envejecimiento es la disminución de la población en edad de trabajar, lo que creará una gran presión sobre el gasto en pensiones y planteará un riesgo para el futuro de un modelo de Estado de bienestar. Parte del desafío para encontrar la sostenibilidad del sistema es encontrar incentivos para que tanto los trabajadores como las empresas quieran que los primeros permanezcan activos mientras que las segundas capturan el valor que se puede derivar de esos trabajadores. Podemos imaginar que las políticas activas de empleo en el contexto del cambio tecnológico tienen la obligación de adaptarse.
Pero no es fácil extender la vida laboral de los trabajadores mayores y hacerlos atractivos para las empresas frente al fuerte cambio tecnológico. En un entorno económico de cambios constantes que puede resultar abrumador, las estrategias de las empresas para adaptarse a una fuerza laboral que envejece deben ser fundamentales. Y lo que la evidencia nos muestra es que los cambios tecnológicos intensos y disruptivos están obstaculizando la extensión de la vida laboral de los trabajadores de mayor edad. Esto surgió de estudios que muestran el impacto de cambios anteriores en la participación de los trabajadores de mayor edad en las últimas fases del mercado laboral. Sabemos, por ejemplo, que la introducción de los ordenadores en los años 80 provocó una reacción en este sentido entre las personas mayores. Este efecto acabó desapareciendo con el paso de los años y quienes envejecieron ya eran “nativos” del nuevo entorno tecnológico.
Bajo esta intuición, los avances recientes parecen ser un ataque frontal contra aquellas políticas y medidas que apuntan a alentar a los trabajadores de mayor edad a permanecer más tiempo en el mercado laboral y así evitar presiones excesivas e innecesarias sobre los trabajadores. Sistemas de pensiones. El progreso tecnológico puede ser así, aunque resulta paradójico si se lo considera como el benefactor del sistema al aumentar la productividad y el enemigo a la hora de alcanzar el objetivo de sostenibilidad mencionado anteriormente.
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Pensemos en el costo de oportunidad. En algún momento de nuestras vidas, cada nuevo desafío puede tener un costo relativo más alto a medida que su período de recuperación, visto como una inversión, se vuelve cada vez más corto. En este caso, cuanto mayor sea la inversión que se haría en formación o cambios en nuestro trabajo dentro de la empresa, menos incentivo habrá para hacerlo cuando el tiempo disponible para generar retornos es menor. Si es así, cuanto mayor sea usted, menos probabilidades tendrá de mantenerse activo cuando el cambio tecnológico sea mayor. Es como si pensáramos: ‘ya no estoy para esto’, por lo que las políticas activas de empleo deben promover medidas que reduzcan los costos de adquisición de estas nuevas habilidades o los costos de mantenimiento del empleo frente al cambio tecnológico y/o incrementar la rentabilidad de los años laborales restantes. Rentabilidad, que puede ser económica o no.
Por lo tanto, si queremos evitar que estos trabajadores abandonen prematuramente su vida laboral, se debe promover la formación continua específica para los trabajadores de mayor edad, generando habilidades nuevas o existentes, en particular las llamadas habilidades blandas para las que estos trabajadores son relevantes. En general, es importante evitar su exclusión temprana del mercado laboral y aprovechar su experiencia adaptando de manera óptima sus habilidades a los nuevos requisitos o adaptándolas a las nuevas necesidades de las empresas. Estamos muy emocionados por ello.
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