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Los que somos aficionados a la ciencia ficción y llevamos unos años entre nosotros hemos imaginado el futuro de otra manera y no como sucedió sino como se ha hecho presente.
Sin ir más lejos, pensábamos en nuestros delirios futuristas que habría transbordadores espaciales que nos llevarían de viaje a otros planetas. Y que lo normal sería quedarse en Venus o Marte y llegar a la otra cara de la Luna. Gracias a los avances tecnológicos, hemos imaginado un mundo feliz. un mundo casi perfecto en el que sería posible salir de la Tierra y viajar por el espacio sin mucho esfuerzo.
Porque el camino hacia las estrellas siempre ha sido un tema recurrente en las novelas de expectación, desde que Julio Verne imaginó un cañón gigante apuntando a la luna, donde llegaría un proyectil lleno de pasajeros. Con pocas excepciones, las novelas de ciencia ficción que leímos en nuestra juventud generalmente no hacían predicciones sobre el futuro. Por ejemplo, nadie hubiera pensado que usaríamos ordenadores de bolsillo a modo de prótesis, y que esos mismos miniordenadores servirían para leer el periódico, abrir la puerta de un hotel o conectarnos con el resto del mundo.
En este caso la excepción fue el escritor Arthur C. Clarke, pero no en una novela, sino en una entrevista en la que anticipó el futuro que ahora es nuestro presente. Aparte de este documento detallado, hay pocas cosas tan seguras. En cualquier caso, en una historia de Stanislaw Lem con su viajero estelar sobrenatural Ijon Tichy, nos encontramos con basura espacial que flota incontrolablemente, algo de lo que no se habla mucho y que puede parecer absurdo. Desafortunadamente, la realidad no es tan loca.
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Porque en el espacio, especialmente en la órbita terrestre, podemos encontrar desechos de diferentes tamaños, restos pertenecientes a diferentes misiones espaciales. Por mucho que llenemos el espacio de satélites y futuros puntos de encuentro, los escombros generados en nuestra aventura siempre serán un problema a tener en cuenta porque, a diferencia de lo que ocurre en las novelas de Ijon Tichy, las estrellas no son incineradores de basura espacial. Hace poco más de un año, desde varios puntos de la península observábamos el cielo nocturno iluminado por los restos tóxicos de un cohete chino. Cosas que pasan.
Por si fuera poco, aquí abajo en la Tierra tenemos el Punto Nemo, llamado así por la famosa novela de Julio Verne: 20.000 leguas de viaje submarino. Se trata de un punto del Pacífico Sur donde se encuentra el Starship Graveyard y donde Lovecraft imaginó la residencia de Cthulhu en la terrible ciudad de R’lyeh, un lugar de pesadilla que nuestras ciudades poco o nada tendrán que envidiar a partir de ahora.
Volviendo al principio, los que somos fanáticos de la ciencia ficción desde hace unos años imaginábamos que el futuro se construiría con valores positivos y no como una historia de terror distópica. Nuestra ingenuidad de entonces no nos permitía pensar en negativo, y la cruda gramática del presente aún estaba lejos. Sin embargo, todavía estamos a tiempo de mirar hacia el futuro.
el hacha de piedra Es una sección en la que Montero GlezCon afán de prosa, hace su especial ataque a la realidad científica para mostrar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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