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Vida se sube al regazo de Francisco. El hombre de 80 años le acaricia el pelo y la perra se entrega a él y apoya la cabeza en su torso. “Eres muy bonita”, parece decir el anciano. La escena que podría tener lugar en cualquier hogar tiene lugar en la unidad de cuidados intensivos del Hospital del Mar de Barcelona. Francisco lleva poco más de una semana postrado en cama en el centro médico y Vida es parte de su terapia para reducir el estrés que le genera el ingreso en esta sala. El contacto dura unos 15 minutos y forma parte del estudio iniciado por el centro y la Fundación Affinity, institución que estudia la conexión científica entre animales y humanos, para cuantificar los beneficios del contacto con animales en la unidad de cuidados intensivos.
La iniciativa consta de dos sesiones semanales de 15 a 20 minutos por paciente, durante las cuales reciben la visita de dos perros adiestrados, Vida y Lu. “Terapias no farmacológicas como estas ayudan a rehabilitar y mejorar el estado emocional del paciente y pueden repercutir positivamente en su recuperación”, entiende Irene Dot, médica residente del Servicio de Medicina Intensiva y coordinadora del programa de humanización que organiza el hospital. existe desde hace años e incluye sesiones de musicoterapia, realidad virtual y viajes a la costa, entre otras actividades terapéuticas.
Para cuantificar los efectos de cada sesión, los trabajadores de la salud recolectan muestras de saliva de los pacientes antes y después de la interacción con los perros para analizar metabolitos específicos que sirven como indicadores de los niveles de estrés y el bienestar del paciente. “Es una suerte que a estos perros se les permita ir a la unidad de cuidados intensivos”, dice alegremente Isabel, la hija de Francisco, mientras observa la escena desde fuera del área de penalti. La mujer sabe por experiencia propia lo difícil que es permanecer aislada en una sala de críticos: durante la pandemia no pudo visitar a un familiar muy cercano debido a las restricciones, y está convencida de que todo lo relacionado con el mantenimiento de contactos sociales externos es beneficioso para pacientes. “Ha sido muy difícil no poder visitar ni ver a nuestros pacientes durante el Covid. Para ellos y para nosotros. Al menos ahora podemos restablecer el contacto y los pacientes se sienten más apoyados. Y lidiar con perros es un momento de alegría para ella”, afirma Isabel.
El contacto entre pacientes y animales es común, particularmente en pediatría y también en algunos tratamientos para adultos. La introducción en una unidad de cuidados intensivos amplía aún más las posibilidades de esta forma de terapia. “Los beneficios de las terapias asistidas con animales han quedado demostrados en otros ámbitos de la salud y creemos que la intervención puede mejorar significativamente el estado del paciente mejorando el ambiente en la unidad de cuidados intensivos”, defiende Maribel Vila, responsable de terapias de la Fundación Affinity . El proyecto tendrá una duración inicial de un año y podrá ampliarse en función de los resultados.
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Debido a la vulnerabilidad de los pacientes, llevar un perro a una unidad de cuidados intensivos es muy delicado. ¿Cómo se asegura que los animales no muestren comportamientos inesperados o que sean riesgosos para los pacientes? “Los perros seleccionados deben cumplir unos requisitos”, responde Vila. Vida tiene siete años y Lu tres. Fueron donados a la fundación y rápidamente se reconoció que tenían una personalidad “afable” que encajaba con el programa. “Son muy cariñosos y valoran el contacto humano”, explica la cuidadora. Para garantizar el buen comportamiento, los expertos iniciaron un proceso de formación que duró entre seis y ocho meses. “La selección del animal es crucial y se establecen patrones básicos de obediencia”, añade.
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