Advertisement
Aquí estoy, en mi habitación habitual, donde siempre parece haber estado. Todo está bien esta mañana, viviendo su momento optimista: el café, la música, los geranios, el trabajo, la huida al vacío y al aburrimiento, el regreso cotidiano al propio discurso. Todo es posible. Si bien este martes 18 de julio se señala que no elegí el tema de la fatídica fecha, y aun a riesgo de quedarme sin tema, no me he sentido obligado a seguir el entusiasmo tradicional que siempre rodea a una nuevo aniversario de la fecha. Para mí, después de tantos años recordando este día, eso es más que suficiente. Como no podemos cambiar de país, dijo Joyce, cambiemos la conversación. Y también: «Pase lo que pase, lo correcto es salir».
Iría pero me quedo. Si hubiera ido, no lo hubiera hecho, porque me hubiera quedado sin tema, porque la Escritura siempre está en guardia precisamente en el doble fondo del tema que falta. ¿Desde cuando? Porque en mi cuarto de siempre descubrí que solo escribir me salvaría. Estoy seguro de que tiene la munición perfecta para pasar una semana como esta, que tiene lugar en un contexto caótico y embarrado y amenaza con convertirse en un plano secuencia, que culmina con alguien borracho en sus mentiras alejándose de un balcón salta, un borracho de la moralidad Sí, es una semana que amenaza con convertirse en una grabación secuencial como la del inicio sed de maldonde Orson Welles logra engañar al espectador ya la cámara para que crucen la frontera de Tijuana con una bomba de fondo.
Me relajo, me distraigo escuchando a Roy Orbison (ooby dooby) y trata de olvidar cada evento próximo también. Pero me acaba de llegar un WhatsApp de alguien que me dice sin rodeos que la tumba de Robert Walser ahora ocupa un lugar más discreto, casi escondido, en el cementerio de Herisau. Es algo que me conmueve porque un día escribí que la tumba de Walser estaba en un lugar demasiado llamativo, justo a la entrada del cementerio, un lugar que no cuadraba con su legendaria tendencia radical a estar en un rincón apartado.
Me río y me pregunto si no soy una pequeña agencia de noticias vagamente relacionada conmigo. Y me animo. Finalmente, la minúscula remite al propio Walser, quien iluminó lo pequeño, lo desatendido, y dedicó una bella prosa a un humilde botón. Pienso por unos segundos en aquellos que saltarán a un balcón en la batalla de la noche del domingo. Ooby Dooby, me digo a mí mismo. Y también me digo que prefiero eso lado Walser, donde siempre puedo estar pendiente de que un evento es inminente, hasta tal vez sentir que estoy en mi lugar de siempre y puedo acompañar bien porque escribo y porque recuerdo a Roberto Bolaño en el 20 aniversario de su muerte y lo veo en su estudio, con su hijo Lautaro de rodillas, de Blanes escribió: “Escribe hasta que cae la noche / con un ruido de mil demonios. / Los demonios que me llevarán al infierno, / pero la escritura»
Advertisement
Toda la cultura que la acompaña te espera aquí.
Suscribirse a
babelia
Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
CONSÍGUELO
Suscríbete para seguir leyendo
Leer sin limites