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El verano ya está aquí y eso significa sol y playa, pero también ferias, fiestas y fiestas populares. Las ciudades aprovechan el buen tiempo para ofrecer a los residentes los espectáculos más entretenidos. Con la chequera de la ciudad intentan atraer artistas que estén en condiciones de dar algo Espectáculo solo. Para que los cantantes suban al escenario es necesario que las administraciones negocien sus contratos y acuerden detalles como hora, lugar, tarifas o derechos de autor. Sobre todo, se debe controlar la transparencia de estos acuerdos y garantizar que no constituyan un trato preferencial, ya que de lo contrario tendría graves consecuencias jurídicas.
Por eso, las redes sociales han puesto a Mario Vaquerizo y su grupo Nancys Rubias en el ojo del huracán. Hace unos meses concedió una entrevista al periódico El mundo, el artista admitió públicamente que era amigo de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Tras estas declaraciones a la prensa, surgió una polémica entre la ciudadanía porque el cantante había firmado varios contratos para actuar en algunas de las fiestas populares de Madrid (San Isidro y San Antonio de la Florida).
Ante la polémica que ha azotado a Vaquerizo, cabe preguntarse qué mecanismos legales permiten destapar posibles ofertas favorables en la contratación de artistas por parte del erario estatal. Según José María Monedero, socio de Dikei Abogados, la Ley de Contratos del Sector Público es el arma legislativa para prevenir casos de favoritismo y corrupción. Este texto de ley especifica que si se descubre un acuerdo beneficioso entre un artista o una empresa y un miembro del ayuntamiento, los funcionarios deben tomar medidas para garantizar la transparencia y la igualdad de trato de los artistas.
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Para el experto, los signos de un posible trato preferencial incluyen, por ejemplo, aquellos que conducen a sobreprecios en los contratos, depósitos injustificados en el banco o pedidos repetidos. El abogado de Dikei también ve una trampa si al artista se le da una ventaja al preparar un contrato individual.
Si resulta que un cantante ha recibido un trato preferencial, por ejemplo porque recibe un contrato porque un miembro de su familia trabaja en el ayuntamiento, la ley castiga duramente al perpetrador. Ignacio de la Riva, socio de De la Riva & Pastor Abogados, explica: Si se comprueba que un funcionario está celebrando un acuerdo de favor con una empresa, “podría tratarse de un delito de estafa, castigado con penas de prisión de dos a seis años «. Además, explica el abogado, tal acto también podría ser «malversación, que puede ser castigada con una pena de prisión de hasta ocho años si el autor malversa más de 50.000 euros».
el caché
En muchos municipios es práctica habitual contratar artistas con un salario inferior a 15.000 euros. Además del ahorro, la razón también es burocrática. La ley fija este importe como límite para la adjudicación de contratos públicos sin necesidad de presentar oferta pública. Estos acuerdos se denominan contratos pequeños y requieren únicamente “un informe del cliente que justifique la necesidad del contrato, la aprobación de los costes y la correspondiente factura que cumpla con los requisitos legales”, afirma Joanna Moreno, abogada de Openlaw.
Sin embargo, el uso de este tipo de contratos pequeños “vulnera los principios de la contratación administrativa”, advierte Iban Díez, socio de Menta Legal, firma centrada en el asesoramiento a artistas y a la industria del entretenimiento. El experto señala que el fichaje de artistas mediante este procedimiento “debe ser siempre una excepción y aplicarse de forma restrictiva en el ámbito de la contratación pública”. Por ello, y para evitar fichar cantantes directamente, los ayuntamientos con mayores presupuestos, por ejemplo en Madrid o Barcelona, abren un proceso de selección para delegar este proceso en una empresa. De este modo, se encargan de “cubrir todo el programa del festival y contratar a los artistas especificados por la administración de la ciudad”, añade el abogado.
Si el espectáculo representa una carga para las arcas públicas de más de 15.000 euros, se deberá celebrar un contrato mayor. Ante tales situaciones, los ayuntamientos abren un proceso de selección para que los artistas interesados en actuar en los festivales presenten su oferta para subir a un escenario. El problema es que las licitaciones en este entorno son “antinaturales”, afirma Iban Díez. El abogado explica que en algunos casos los ayuntamientos están interesados en contratar a un artista concreto, por lo que no tiene sentido pedir una oferta pública. “Si un ayuntamiento monta una programación de festivales y quiere expresamente a David Bisbal, no tiene sentido abrir el contrato y dejar que otros artistas compitan por este contrato”, explica a modo de ejemplo el abogado. Sin embargo, subraya que también se debe restringir esta modalidad de votación sin oferta pública.
En caso de daño, la ley obliga a los concejales a justificar por qué fue causado por ese artista y no por otro. Pero se trata de una obligación legal difusa que, según los expertos, parece letra muerta en la práctica. Y cada artista tiene sus propias habilidades que lo hacen único. Como señala José María Monedero, su forma de cantar, sus movimientos o su puesta en escena ya pueden ser motivo suficiente para elegir a un artista concreto como voz cantante de las fiestas populares.
“Conductor” técnico
Uno de los mayores conflictos que tienen los artistas con los municipios se debe a la falta de recursos técnicos de los municipios para montar sus exposiciones. Es el caso del grupo Extremoduro, que el pasado mes de septiembre canceló una actuación prevista en Oviedo porque las capacidades técnicas del escenario no cumplían con sus necesidades. Por eso, explica Joanna Moreno, abogada colaboradora de Openlaw, «es importante tener una adenda técnica en el contrato, es decir, un informe que especifique los recursos que necesita el artista para su espectáculo».
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