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Un mes y una guerra sangrienta después, la situación en el mercado del petróleo vuelve a la normalidad. El precio del crudo cayó este martes por debajo del nivel inmediatamente anterior al ataque de Hamás a Israel -y la posterior respuesta del Estado judío: los menos de 83 dólares que alcanzaba el barril de Brent al mediodía están incluso por debajo de los 84 donde estaba citado poco antes del conflicto. Y por supuesto de los casi 93 con los que finalizó el 19 de octubre, cuando cobró impulso la regionalización del conflicto por una potencia petrolera como Irán. Hoy, este escenario tan peligroso parece estar mucho más lejos.
«El riesgo de una interrupción inmediata de los suministros desde Oriente Medio se ha reducido a medida que las operaciones militares israelíes se limitan a la Franja de Gaza», escriben Raad Alkadiri, Henning Gloystein y Gregory Brew de la consultora de riesgos Eurasia en un análisis para clientes. «Sin embargo, cualquier escalada futura -ya sea real o retórica- seguirá afectando a los mercados y aumentando la volatilidad». Mientras tanto, los precios más bajos del petróleo son buenas noticias en la guerra contra la inflación que Occidente ha estado librando durante meses.
Como casi siempre ocurre en la economía, no hay una única razón para la reducción de los precios del petróleo crudo a su nivel más bajo desde agosto. La previsión de una menor producción de combustible -y por tanto de un menor consumo de petróleo crudo- en las refinerías chinas emerge como la última explicación de la caída: en octubre, las exportaciones de diésel y gasolina del país cayeron a sus niveles más bajos en cuatro meses. Pero hay más: tanto el consumo de diésel como de gasolina, los combustibles cuyo comportamiento mejor define el crecimiento de la economía global, mostraron datos de consumo relativamente inferiores a los esperados en los últimos días, en gran medida debido al débil consumo. Europeo.
«El débil crecimiento de la economía europea ha afectado duramente al sector manufacturero», dijo Alan Gelder, vicepresidente de la consultora de energía y materias primas Wood Mackenzie, en una declaración a Bloomberg. “Esto permitió reducir tanto la gasolina para la industria petroquímica como el diésel para el transporte de mercancías”. Las expectativas actuales son que el consumo de ambos hidrocarburos sea medio millón de barriles diarios menor este año que en 2019, justo antes de la pandemia. Parte de esta caída se debe a la fácil sustitución de otros combustibles como la gasolina en el transporte. Sin embargo, otra proporción, no menos pequeña, tiene que ver con la pura destrucción de la demanda, que va de la mano de la subutilización económica.
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En la dirección opuesta estuvo la confirmación hace 48 horas de que tanto Arabia Saudita como Rusia (el mayor y el segundo mayor exportador de petróleo crudo, respectivamente) mantendrían sin cambios sus recortes coordinados de suministro de crudo. Un recorte que apunta sobre todo a mantener altos los precios de venta y que impide pensar en bajadas de precios mucho mayores a corto plazo.
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