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El ruido de las desbrozadoras penetra en el camino de las Aigües de Collserola (Barcelona). Ciclistas y corredores recorren este conocido recorrido entre el eco de las máquinas y los árboles secos. Lo que ya está en marcha es una de las campañas de protección contra incendios más complicadas desde que Anna Subitjas fuera nombrada directora general de Ecosistemas Forestales y Gestión Ambiental de Cataluña en 2021. La sequía que sufre Cataluña desde hace más de tres años ha matado o dañado 66.482 hectáreas de bosque, seis veces el tamaño de la ciudad de Barcelona, y los árboles afectados se han convertido en bidones de gasolina. “La lluvia nos dio un respiro, pero la situación es crítica”, dijo Subitjas por teléfono a EL PAÍS.
El éxodo rural, las anomalías térmicas y el aumento de la radiación solar no ayudan. La mecha de la pólvora son los dos millones de hectáreas de bosques catalanes, que están expuestos al fuego por falta de mantenimiento y falta de suministro de agua. Sólo en 2023, la red Deboscat, que monitorea el estado de los bosques catalanes, registró 165 episodios de sequía. “Llevamos mucho tiempo diciendo que estamos en una emergencia forestal. Es imposible trabajar en todos los lugares al mismo tiempo porque nos faltan recursos humanos y materiales”, explica el director general.
El estrés hídrico que ha sufrido la masa forestal durante el último año ha aumentado muchas veces su inflamabilidad. El combustible más peligroso no son los troncos gruesos, sino ramas de unos siete centímetros de diámetro, hojas secas o agujas de pino, que propagan con mayor facilidad el fuego, como explica Josep María Espelta, investigador del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF). . . “El 70% de estas ramas finas se descomponen en un año, pero si se caen y sobreviven cerca de un núcleo urbano pueden suponer un problema”, explica Espelta, que subraya que sólo se deben eliminar los árboles secos que estén más cerca de la zona. Las más cercanas son las medioambientales, como está sucediendo en la sierra de Collserola, que rodea varias zonas urbanas: “La deforestación de todas estas masas forestales marchitas crea un problema para el ecosistema forestal. Hay muchos organismos que se alimentan de esta madera muerta para crear su hábitat. «Permite la creación de complejidad estructural en los bosques, lo que sirve para preservar la biodiversidad».
Según Subitjas, casi el 90% de los incendios en Cataluña se deben a causas humanas. Preocupa la línea imaginaria que une el Garraf con la costa y la línea prelitoral mediterránea con el Alt Empordà, que es más vulnerable a grandes incendios. Los municipios de las comarcas de Osona, La Selva o Gironès elaboran un mapa diario para determinar la evolución de la sequía en la vegetación. El 80% de las ciudades catalanas (757 municipios) están obligadas a elaborar un plan municipal de seguridad contra incendios. Para el 20% restante (190 municipios) esta es una recomendación. “Estamos trabajando más duro que nunca para preservar toda el área forestal. No conseguimos madera sólo para utilizarla con otros fines, por ejemplo para producir biomasa. “Estamos creando un gran número de salas en zonas inaccesibles para que los bomberos y trabajadores agrícolas puedan intervenir en caso de incendio”, subraya el director general. Además, el plan Alfa estableció otro nivel de alerta para frenar los incendios de sexta generación, es decir,
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El 65% de la superficie del municipio catalán es forestal. De ellos, el 75% son privados, lo que dificulta la extracción de madera para su uso normal. “Hemos puesto en marcha una línea de ayuda de más de cinco millones de euros para que los propietarios colaboren en tareas de prevención y hemos apoyado la creación de asociaciones de propietarios forestales para amortiguar el abandono de suelo”, argumenta Subitjas, destacando la concienciación de la sociedad catalana ante los incendios: “Hemos pasado de pensar que los bosques deberían ser dejados en paz a comprender que necesitan apoyo y gestión”.
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Entre julio y agosto, la Generalitat suele cerrar los accesos a las montañas con mayor riesgo de incendio, como el Parque del Garraf, donde el color marrón se ha extendido por los alrededores, visible tanto desde la carretera C 32 como desde la C-Straße. 32. desde el mirador de la Serra del Lladre. Ha pasado de ser el epicentro de la sequía a una de las zonas con mayor concentración de vegetación seca, especialmente pino blanco.
Según los expertos, el cambio climático y los episodios de sequía aumentarán aún más el riesgo de grandes incendios. Maximizar las tareas de prevención es la prioridad de la Generalitat para abordar un problema que cada año aumenta en el municipio. Los bosques catalanes cambiarán y el paisaje cambiará. “Algunos seguirán igual. En lugares como Vic (Barcelona) se transformarán en otras especies y en otras zonas desaparecerán y darán paso a arbustos”, afirma Subitjas.
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