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    Portada » La sed de “Motosierra” frustra a Núñez Feijóo | Opinión
    Comunidad Valenciana

    La sed de “Motosierra” frustra a Núñez Feijóo | Opinión

    Heberto Corrales DomínquezBy Heberto Corrales Domínquezoctubre 23, 2025No hay comentarios5 Mins Read
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    El mayor problema de Alberto Núñez Feijóo es que parte de la derecha no cree que sea una alternativa real a Pedro Sánchez. Vivimos tan profundamente inmersos en la polarización que resulta difícil imaginar que el líder del Partido Popular no esté Ultra lo que afirma la izquierda. Si Vox está ganando hoy en las encuestas a costa del PP es porque muchos ciudadanos que votarían a Feijóo no creen que vaya a hacer cosas tan distintas a las del Gobierno progresista, por paradójico que resulte.

    De aquí surge el precedente de Mariano Rajoy. A pesar de las promesas de recortes de impuestos durante la campaña electoral, Rajoy tuvo que lidiar con las consecuencias de la crisis económica: no sólo aumentó la carga fiscal, sino que luego inventó una ironía al respecto. Sin embargo, su base social también seguía insatisfecha con muchas leyes que no tenían nada que ver con el dinero. No derogó la ley de memoria histórica de José Luis Rodríguez Zapatero -como mucho la dejó sin financiación- y su ministro Alberto Ruiz-Gallardón tampoco logró revertir la reforma del aborto del PSOE ante las protestas en las calles. Como dijo alguna vez el propio Rajoy: “Si alguien quiere ir al Partido Liberal o al Conservador, que se vaya”. Ciudadanos y Vox pronto parecieron disputar este espacio, sintiendo que el PP había traicionado a su base social, tanto moral como económicamente.

    Así, la memoria de los votantes conservadores sigue jugando en contra del actual PP. Muchos de ellos creen que Feijóo será tímido -una especie de Rajoy 2.0 o un PSOE azul, como dicen algunos jóvenes- y no se atreverá a derogar la llamada «obra del sanchismo». Génova 13 anunció hace semanas que presentaría una serie de leyes que derogaría una vez llegara al poder, pero poco se sabe desde entonces. La líder popular no tiene el desparpajo de Isabel Díaz Ayuso para oponerse a la izquierda. La decepción ya se nota entre parte del espectro conservador: creen que un cambio de gobierno no supondrá la ruptura drástica esperada. Por tanto, suelen vocear y pensar que presionarán al PP para que rompa el inmovilismo o el consenso entre partidos.

    Primero, porque Feijóo difícilmente puede ser una alternativa económica radical o liberal al actual ejecutivo, como algunos desearían. Muchos trabajadores y empresas se quejan del aumento de las cotizaciones sociales durante los años de Sánchez. Esta semana estalló la polémica por las cuotas para autónomos. Ahora es necesario pagar de alguna manera el aumento del gasto en pensiones, que aumentará gradualmente hasta 2050 a medida que se jubile la próxima generación. baby boomers, o la revalorización de las pensiones según el IPC -que el viceministro de Economía del PP, Alberto Nadal, parece apoyar-. En una democracia, cuando se crean ciertos derechos que implican un mayor gasto público, estos rara vez se abolen en época electoral sin costo alguno. Lo mismo se aplica a la seguridad básica u otras prestaciones. Menos aún si los colectivos afectados son tan cruciales como los mayores de 65 años.

    En segundo lugar, el PP critica la inacción del Gobierno en materia de vivienda, y no le faltan razones para ello. Muchos afectados tomaron como una burla tanto el número de teléfono de “empoderamiento” presentado por la ministra Isabel Rodríguez como un reciente anuncio televisivo que mostraba a unos abuelos viviendo en un piso compartido y finalmente dijeron –sin ironía– que el ministerio estaba trabajando para solucionar el problema. Sin embargo, la realidad es que los precios siguen subiendo en municipios muy tensionados donde gobierna el PP, como es el caso de Madrid. Construir es caro, significa quitar dinero de otras cosas que son más importantes para los gobiernos porque sus impactos son más inmediatos, y resolver un problema tan abrumador se está volviendo cada vez más complejo.

    En tercer lugar, el PP apoya la llegada de inmigrantes, al igual que el PSOE. Por mucho que Feijóo proponga nuevas medidas antiinmigración para que parezcan más duras que Santiago Abascal, el consenso sobre atraer trabajadores extranjeros a España para cubrir puestos de trabajo poco cualificados es compartido en todo el sistema bipartidista, aunque con una voz pequeña. Es posible vender un “milagro económico” principalmente sobre la base del aumento del número de trabajadores; y los empleadores se benefician porque pueden pagar salarios más bajos. El propio Ayuso izó más alto que nadie la bandera de la Hispanidad el pasado 12 de octubre, y Abascal no se quedó atrás al reivindicar vínculos con América Latina: incluso la extrema derecha apoya este marco.

    En consecuencia, es un secreto a voces que algunas de las políticas fuertemente criticadas de Sánchez tienen que ser adoptadas parcialmente por los políticos populares. El mayor inconveniente de Feijóo, por extraño que parezca, es lo que solía ser estructural en el sistema bipartidista: las transiciones de poder nunca resultaron en cambios abruptos o radicales. Ni siquiera Sánchez logró destruir toda la obra de Rajoy -la llamada ley mordaza aún no ha sido derogada-, por lo que el ideal de la motosierra aún no se ha utilizado en España. Algunos lo verán como un triunfo dada nuestra polarización, otros lo verán como algo pequeño y frustrado.

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