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La comunidad internacional ha rechazado enérgicamente el ataque del presidente ecuatoriano Daniel Noboa a la embajada de México en Quito para destituir por la fuerza al ex vicepresidente ecuatoriano Jorge Glas, quien se había refugiado en la embajada para evitar una condena por cargos de corrupción que el gobierno mexicano está considerando perseguir políticamente. Sin embargo, la mayoría de los ecuatorianos ven la violación de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, que consagra la inviolabilidad de las embajadas y el derecho de asilo, como un acto de justicia.
Según la encuestadora Perfiles de Opinión, el 60% dijo estar de acuerdo con los hechos del 5 de abril. Por otro lado, los 40 opositores muestran su preocupación de que la decisión del presidente Noboa implique un desprecio del derecho internacional, pueda generar más conflictos en el país y afectar la reputación internacional de Ecuador. Incluso piensan que puede tratarse de un abuso de autoridad, explicó Paulina Recalde, directora de Perfiles de Opinión, en entrevista con un medio local. “No hablan del actor en cuestión; “Entonces desde el exvicepresidente, pero también desde cómo se ve la imagen del país ante el mundo exterior”, añade Recalde.
La defensa que la mayoría de los ecuatorianos está esgrimiendo ahora contra el ataque dice mucho sobre su percepción del Estado de derecho e incluso de la democracia. Es una sociedad agotada por las constantes crisis que enfrenta, lo que les lleva a desconfiar del aparato estatal. Por ejemplo, apenas unos días después del ataque a la embajada de México, los ciudadanos sufrieron cortes de energía de hasta diez horas al día sin previo aviso. Luego acudieron a las urnas para participar en un referéndum convocado por el actual presidente, el segundo en un año. Cada semana, la Fiscalía ordena una operación para detener a los funcionarios implicados en casos de corrupción. Mientras los movimientos políticos luchan por el poder en la legislatura, las demás funciones del Estado están constantemente en crisis. Para el analista político Jacobo García, estos factores, acompañados de corrupción e impunidad, tocan las fibras más sensibles de personas “que prefieren la mano dura a debates complicados sobre el derecho internacional y hay precedentes para que recurran a la mano dura”.
Hay funcionarios del gobierno de Rafael Correa que huyeron a México en medio del juicio. Otro se quitó la tobillera electrónica para evadir la justicia y huyó a Venezuela. Y en condiciones similares a las de Glas vivió la exministra de Transportes María de los Ángeles Duarte, quien buscó refugio durante dos años en la embajada argentina, de donde escapó un día con ayuda del cuerpo diplomático. “Noboa ha logrado retratar bien la defensa del país frente a lo que considera un engaño con los derechos humanos y el derecho internacional”, afirma García.
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Estos factores contribuyeron a que una mayoría estuviera de acuerdo con el ataque a la embajada de México en Quito más que con el derecho internacional. “Ecuador siempre ha sido uno de los países con menos cultura democrática, tiene poca confianza en las instituciones, cree que los partidos políticos no sirven y además no tienen ideología. No han interiorizado los beneficios de la democracia en el día a día”, afirma Jacobo García.
De hecho, Ecuador no está muy entusiasmado con la democracia. Según el último Barómetro de las Américas, es el país con mayor porcentaje de ciudadanos que justificarían un golpe militar si hubiera mucha corrupción. Y las fuerzas armadas son la única institución que goza de la confianza de la mayoría de los ecuatorianos. Esta es una respuesta a acciones que se pudieron ver al inicio de la militarización de las calles tras el estado de emergencia que el Presidente firmó el 9 de enero en medio de una ola de violencia. Los uniformados publicaron en redes sociales cómo sometieron a los detenidos, algunos de los cuales eran considerados delincuentes que realizaban extorsiones en los barrios y aumentaron la violencia en sus sectores. “Cuando ven por primera vez cómo están subyugados por la institución más valiosa, surge la idea de que los militares están defendiendo al pueblo”, dice García. “¿Es democracia? Para quienes están viviendo una crisis como la de enero es difícil definirla y por eso dicen que prefieren un gobierno militar a algo que no funciona”, añade.
Por eso una de las estrategias del presidente es gobernar de la mano de los militares. Sin embargo, esto no significa que el presidente haya mantenido los altos índices de popularidad que disfrutaba al inicio de su mandato. Encuestas recientes también muestran una fuerte caída en la valoración de Noboa. Del 80% en enero cayó al 74% en marzo y ahora intenta mantener el 58%, y más de la mitad de la población cree que el país va en la dirección equivocada, según la encuesta Perfiles de Opinión.
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