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Una obra cultural se crea el día que la concibió su creador. Luego crece durante semanas, meses o incluso años. Sin embargo, sólo se hizo público mucho después de su creación. Y sólo entonces empieza a ganar dinero. Todos los trabajadores de la industria lo experimentan. Y la reforma fiscal, que fue aprobada en el Congreso el jueves tras turbulentas negociaciones, acaba de ser reconocida. Entre otras muchas medidas, el texto contiene una de las más reclamadas por la cultura: que el Ministerio de Hacienda tenga en cuenta la interrupción de artistas y técnicos a la hora de exigirles el pago del IRPF. Por tanto, el impuesto tiene como objetivo reflejar el proceso creativo: durante el largo proceso de producción apenas genera beneficios, pero sí suele generar pérdidas, mientras que la edición concentra todos los ingresos en un corto período. Tradicionalmente, esto provocaba que se dispararan los pagos a la oficina de impuestos y los sentimientos de injusticia de los artistas.
Ahora, sin embargo, pueden celebrar uno de los avances que más reclaman últimamente. Se trata de la exención del impuesto sobre la renta de parte de los ingresos del trabajo y de la actividad económica que provengan de iniciativas artísticas o culturales, si su importe fluctúa significativamente de un año a otro. En particular, si el beneficio neto de un año es superior al 130% del promedio de los tres años anteriores, se determina que el 30% de la diferencia lograda en ese año está exento del impuesto. Además, la base imponible máxima de la reducción no podrá exceder de 150.000 euros anuales. El texto menciona específicamente entre los beneficiarios “las obras literarias, artísticas o científicas” y las “artes escénicas, audiovisuales y musicales, así como a las personas que realicen actividades técnicas o auxiliares necesarias para el desarrollo” de estas actividades. Sin embargo, requiere que la reforma tributaria sea aprobada en el Senado y enviada nuevamente al Congreso para su aprobación final.
España está impulsando un nuevo sistema fiscal más justo. Fue un acuerdo difícil que finalmente incluyó algunos avances importantes. @agregar Promover la justicia fiscal.
🧵 Te cuento los avances en este hilo: https://t.co/RoMlHSfZX0
– Ernest Urtasun (@ernesturtasun) 21 de noviembre de 2024
El ministro de Cultura Ernest Urtasun mostró inmediatamente su alegría con un mensaje en la red social: 50.000 euros de retorno positivo en 2025 y la media de los retornos de los últimos tres años es de 21.666,66 euros (15.000 euros de retorno positivo en 2024). 10.000 euros en 2023 y 40.000 euros en 2022). Dado que el 130% de la media serían 28.165 euros y se alcanza una cantidad superior a esta cantidad en 2025, se cumple el requisito y la reducción del 30% se aplicaría al superávit, que es de 6.550 euros. Los ingresos de 2025 por los que habría que tributar serían 43.450 euros si se dedujera esta cantidad de los ingresos positivos de este año.
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Esto también marca un paso más en el accidentado camino hacia la finalización del Estatuto de los Artistas, unas 60 medidas contenidas en un informe que los grupos políticos adoptaron por unanimidad en 2018 para crear un marco jurídico más adecuado para el trabajo creativo. Desde entonces, algunas propuestas se han hecho realidad: la compatibilidad del recibo de pensiones con los ingresos procedentes de actividades artísticas de cualquier tipo; una prestación por desempleo que exige menos días de cotización; o un nuevo contrato de trabajo artístico; otros permanecen en el cajón de los sueños incluso seis años después. A partir de hoy, el impuesto sobre la renta ajustado está en camino de salir de la categoría de promesas incumplidas.
En realidad, esta medida apenas fue mencionada en el debate sobre el plan financiero que centra desde hace días todo el Congreso. Después de todo, la cultura casi siempre ocupa un lugar subordinado en el discurso político. No está aquí ni se le espera. Y cuando aparece suele ser como un cameo: como un guiño, casi nunca como protagonista. Este caso no fue la excepción. Se habló del tipo impositivo mínimo del 15% para las empresas multinacionales, del impuesto a las empresas energéticas, a los bancos o a los cigarrillos electrónicos. Ni el resumen del proyecto ni la mayoría de las discusiones mencionaron la «disposición adicional sexagésima», que se colocó al final de las 184 páginas. Y presentado gracias a una enmienda del socio minoritario del gobierno, Sumar, durante la aprobación de la reforma por la Comisión de Finanzas. Allí votaron a favor Sumar, PSOE, Bildu, ERC, Junts y PNV. El PP y el Grupo Mixto, donde tiene su sede Podemos, entre otros, se abstuvieron en la votación. Sólo Vox se opuso.
Sin embargo, la industria está relativamente preocupada por el ocultamiento de la medida como parte de la reforma. Lo que importa es que uno de los mayores caballos de batalla de la cultura se encamina hacia su promulgación. Por tanto, la atención se centra ahora en los otros pilares que aún quedan para elevar el estatus del artista: el reconocimiento de enfermedades profesionales específicas, como. B. Ronquera en un cantante; una visión integral del trabajador cultural autónomo con cuotas y beneficios al cese de la actividad, que también tienen en cuenta la interrupción; o la modificación del Real Decreto de 1985, que en algunos ámbitos aún regula la relación laboral de los artistas, como muchos han sido actualizados en 2022: regular a los trabajadores menores de 16 años o reducir los abusos en la contratación de trabajadores a tiempo parcial, entre otros. Es poco probable que las medidas provoquen un debate bipartidista importante. Aunque la cultura exige a los políticos lo mismo que a todos los demás: hechos.
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