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“Lo que no se consiga antes del 31 de julio no se conseguirá”, afirma con aire fatalista un dirigente de Esquerra en los pasillos del Parlamento. Hay un aire de incertidumbre en el comentario, y esta duda ahora es compartida por prácticamente todos los interrogados sobre las posibilidades de una investidura inminente. Una duda, me atrevo a decir, sincera. Que no es poco. A partir de este miércoles se fija el plazo: dos meses, hasta el 26 de agosto. La cuenta atrás la inició el presidente del Parlament, Josep Rull, al convocar este pleno sin debates ni votaciones. Un “acto equivalente”, lo llaman los expertos, porque equivale a un debate de toma de posesión fallido. Sólo que de esta manera ningún candidato presidencial ha perdido una votación, como si esta hipotética derrota debiera ser una carga para alguien en las negociaciones, que ahora necesitan acelerarse seriamente. Así que nos encontramos de nuevo ante una decisión muy estética: convocamos un pleno de investidura, pero evitamos el bochorno de la votación fallida. Ya sabemos que la estética y el simbolismo se han convertido recientemente en parte integral de la dieta política catalana. Un alimento procesado, por eso venimos del Procés, la edad de oro de la estética.
La sesión plenaria contó con una serie de breves aportaciones de cada grupo, aunque el programa también contó con teloneros y cabezas de cartel. Desde hace días, todo el mundo intenta leer las palabras y el tono de voz de Esquerra para ver si se inclinan hacia un lado: nunca antes una derrota electoral había estado asociada a tal responsabilidad. En una paradoja diabólica, los republicanos deben gestionar la distribución de la culpa por el colapso y al mismo tiempo atender los llamados de los otros partidos que exigen el pacto. Su portavoz, Josep María Jové, ha vuelto a salvar balones, como han hecho todos los líderes de ERC desde la noche electoral: que sean Junts per Catalunya y el PSC quienes se mojen. Albert Batet (JxC) insiste en la verosimilitud de un pacto independentista y compara el caso de Carles Puigdemont con el de Pedro Sánchez, que llegó al poder sin resultar ganador en las elecciones: oculta que Sánchez no obligó a Alberto Núñez Feijoo a dimitir . Salvador Illa (PSC) frunce el ceño más de lo habitual porque pesa mucho cada expresión: Los socialistas están calibrando todas las intervenciones públicas para evitar que cada palabra adicional destruya las opciones de pacto con ERC. Por suerte para ellos, Óscar Puente no se preocupa por estos asuntos.
En los pasillos, alguien comenta que alcanzar un acuerdo a finales de julio, en plena campaña de salida, podría amortiguar el impacto mediático; Recordemos que Adolfo Suárez legalizó el PCE el Viernes Santo. Por esta razón o no, el Parlamento finalmente liberó la primera quincena de agosto para trabajar y pospuso el receso parlamentario. Muchos hijos e hijas de legisladores necesitarán ampliar sus campus de verano. Tal vez. O no. Quién sabe.
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