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Las negociaciones para reducir la jornada laboral máxima legal de 40 a 38,5 horas este año y a 37,5 horas a partir de 2025 están estancadas. Especialmente entre los empresarios y el gobierno. Después de celebrarse este lunes una cuarta reunión tripartita en la que se confirmaron las diferencias entre las partes y en la que el Ministerio de Trabajo pidió a los representantes sociales llegar a un acuerdo antes del verano, el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, presentó cargos contra este martes la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, porque considera que no cuenta con las patronales en el diseño de esta nueva normativa.
Los actores sociales están llevando a cabo una doble negociación en este sentido. Una mesa entre empresa y sindicatos y otra entre ambos y Laborismo. Sin embargo, los responsables del ministerio tienen prisa y Yolanda Díaz ha explicado esta mañana que el ejecutivo trabajará «a máxima velocidad» para presentar la norma antes del verano. Esta urgencia no gustó a Garamendi, que reclamó a la ministra que presente la norma sin el consentimiento de los representantes sociales.
Además, durante su intervención en un seminario organizado por la Asociación de Periodistas de Información Económica (APIE) junto con la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) en Santander, el líder empresarial acusó al vicepresidente de promover esta reducción de jornada exclusivamente con fines políticos. razones y le ha pedido que presente la norma en el Congreso. “Veremos si lo aprueban”, dijo. También advirtió: “En algún momento habrá un cambio de gobierno y luego lo veremos”, indicando que con un ejecutivo de derecha exigirán una reversión de la reducción de jornada.
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El máximo dirigente empresarial también ha acusado a Díaz de «convertir el diálogo social en un monólogo social» y ha asegurado que a la dirigente laborista no le irá bien si opta por presentar el proyecto de ley sin el acuerdo con la CEOE. “El problema es la sustancia. Sorprende mencionar algo que no es una negociación. “Nuestras líneas rojas son que el gobierno no me diga cuál es el final”, defendió.
Sin embargo, el presidente de CEOE indicó que la patronal no se levantará de la mesa en las negociaciones bilaterales con los sindicatos CC OO y UGT sobre este asunto. Seguirá trabajando con ellos en temas como el cálculo de las horas extras o las medidas de flexibilidad, aunque dejó claro que en su opinión el alcance de estas discusiones debería regularse en el marco de los acuerdos sectoriales.
En concreto, se trata de la posibilidad de reforzar el control sobre las horas extraordinarias y endurecer las sanciones a las empresas que incumplan la ley en esta materia. El gobierno ha considerado la posibilidad de imponer multas individuales a cualquier trabajador que incumpla la norma, en lugar de las sanciones comunes actualmente en vigor, a cambio de un aumento moderado del máximo legal de horas extras que se pueden trabajar (ahora 80 por ciento). año) – han surgido como uno de los caminos posibles hacia un acuerdo entre todas las partes.
Sin embargo, CC OO ve con mayor cautela esta fórmula y, según declaraciones públicas, se niega rotundamente a abordar un aumento de las horas extras. En este contexto, el secretario general de UGT, Pepe Álvarez, durante su participación en una reunión informativa del Fórum Nueva Economía, señaló que lo primero que deben hacer los sindicatos en estas negociaciones es llegar a un acuerdo entre ellos. Y luego llamó a los empresarios a aceptar claramente una reducción de la jornada laboral para poder hablar de otras compensaciones, incluido el aumento de las horas extraordinarias, «que está sobre la mesa, pero no es lo único», afirmó la dirigente sindical.
Por otro lado, el dirigente empresarial acusó al Gobierno de destruir la reforma laboral que, según dijo, estaba pensada para durar mucho tiempo y sólo la estaba implementando durante «un año y medio» y por razones puramente políticas. En concreto, Garamendi señala que han cambiado 20 temas y dirige su crítica al cambio de prioridad de los acuerdos regionales sobre los nacionales. Esto, afirmó, ha causado «un gran problema» para las multinacionales, que tuvieron que elaborar 17 contratos diferentes.
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