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Si Plaza 1, la empresa de Las Ventas, hubiera mostrado la transparencia necesaria, podría haber explicado hace tiempo los criterios que utiliza para seleccionar las corridas de toros de la feria; Podría haber dicho, por ejemplo, las virtudes del negocio ganadero de Román Sorando cuando se anuncia en uno de los carteles más redondos del ciclo. Al parecer nadie esta tarde. Quizás fue la corrida más fea, paria y mansa de todo el largo ciclo madrileño. Un verdadero buey. “Pero los toreros podrían haberse negado”, afirma un vecino. ¿Los toreros? La realidad es que carecen de la fuerza necesaria para hacerlo. Feliz de estar en el cartel por segunda tarde. Y ni siquiera pregunta por la policía.
Entonces ¿por qué se contrata una finca como ésta? Como no hay información, se puede especular: se supone por dinero; para compensar los altos costes de otras celebraciones -aún hoy la plaza vuelve a estar abarrotada- donde los toreros exigen sus hierros favoritos, que son más caros.
En definitiva, la celebración fue un auténtico bombazo de principio a fin. El primero ya anunciaba con gran ruido lo que tenía: embotamiento a raudales, triste como un alma en dolor, andar cansado, exhausto; y el segundo salió asustado, buscó pasto, huyó y corrió por todo el ring; El tercero fue devuelto porque no soportaba las piernas, y en su lugar vino un sombrero de José Vázquez, contagiado de los defectos de sus compañeros de cuadra; el cuarto se enojó y se soltó; El quinto no pudo mantenerse en pie, y el sexto también volvió al corral, y otro sombrero, esta vez de Montalvo, con genialidad y deslumbramiento, tampoco se levantó esa tarde.
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Al finalizar la celebración, el ruedo se llenó de almohadillas, prueba irrefutable de la lógica furia del público.
Unas Verónicas sueltas y dos zapatazos de Urdiales en su primero, tres Verónicas de Aguado en el primer toro atrás y otras cuatro en el sombrero fueron todo artístico Celebracion. Y no hubo más porque Juan Ortega no estaba, o sea, no pudo dar un solo manotazo en el capó, ni un solo golpe con la muleta, y se fue al hotel sin romperse el pelo. Bueno, no lo es, porque realizó un mitin de espadas en su segundo año. El mismo trance también lo experimentó su compañero Aguado, que gastó cinco libras para matar al sexto. Este toro embistió con gran ferocidad y violencia desde el principio, causando serios problemas al torero sevillano, que consiguió desbordarle desde abajo hasta la mitad, donde el toro le robó la baza y Aguado se vio obligado a tomar la delantera a Villadiego. No fue nada fácil con la muleta, Aguado fingió intentarlo, pero pronto desistió y los hombres se lo reprocharon amargamente.
Cuando murió el sexto, el ruedo se llenó de escenarios, prueba irrefutable del enfado de un público que había acudido en masa a una corrida de toros con toreros y se sentía traicionado. Lo que dije: una galleta.
Sorando/Urdiales, Ortega, Aguado
toros de romano sorando, -el tercero y el sexto, regresaron como inválidos-, muy desiguales en la presentación, mansos, aburridos, gentiles y muy marginados. Primer sombrero de José Vázquez, astifino, manso y marginado; segundo sombrero, Montalvo, bien presentado, muy indulgente y muy mediocre. Todos fueron abucheados en la procesión.
Diego Urdiales: estocada penetrante y vertical (silencio); Llanta pinchada, media y tres locuras (silencio).
juan ortega: casi por completo (silencio); cinco pinchazos y una locura (silencio).
pablo aguado: media caída (silencio); Cuatro pinchazos y dos locuras (silencio).
plaza de las ventas. 7 de junio. Homenaje a la corrida de toros en el 200 aniversario de la Policía Nacional. Se guardó un minuto de silencio en memoria de los policías fallecidos en cumplimiento de su deber. Vigésima sexta corrida de toros de la Feria de San Isidro. Lleno de “no entradas” (22.964 espectadores según la empresa).
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