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Borja Jiménez se ha consolidado como una gran figura en una tarde llena de intensidad en la que el escándalo rozó la decisión del presidente José Luis González González de negarle la segunda oreja en su primera, como toda la plaza, empezando por él mismo como El torero, se mostró convencido de que el trabajo del sevillano merecía el doble trofeo y que el toro de Victoriano del Río, de nombre Dulce, de gran clase y calidad, se había ganado el honor de volver a los ruedos. Pero ni lo uno ni lo otro. El Presidente sacó por primera vez el pañuelo, luego lo guardó y soportó inquebrantablemente el pedido de la mayoría del pueblo que no entendía el motivo de su terquedad. El enfado del público fue tremendo, el toro fue arrastrado ignominiosamente en medio del alboroto general, el rostro del torero cambió, dio dos vueltas al ruedo y el señor González escuchó una de las mayores corridas de la historia de la plaza de toros. Sea cual sea el motivo, lo cierto es que el palco Borja Jiménez se robó la Puerta Grande y el regreso del toro al ruedo.
Sin duda el trabajo de Jiménez ha sido apasionante, intenso y minucioso desde que el toro salió de las porquerizas. Lo recibió de rodillas en el medio con una corriente ascendente largamente cambiada y, luchando contra el fuerte viento, se enfundó delantales, chicuelinas y una revolera final que deleitó a los presentes. El toro se acercó alegremente al caballo y obedeció sin dudarlo; Galopó sobre Banderillas y llegó a la Muleta con la impresión predominante de que destacaría por su calidad. Fue así. Jiménez comenzó desde abajo y su oponente se sintió humillado por su persistencia en el engaño. Luego repitió con agresividad, rapidez y simpatía mientras el torero dibujaba largos y relajados muletazos que rebosaban naturalidad y buen gusto. Así que tres rounds con la mano derecha, uno con un cavado exquisito y otro con un intercambio de manos lleno de belleza. El animal dio un paso más lento mediante el gancho de izquierda, tres agujeros naturales, una excavación y un pase de desprecio desencadenaron finalmente el delirio que se sintió desde el primer momento en la grada por el feliz entendimiento entre toro y torero. Finalmente, hubo un tono natural casi circular y algunas excelentes ayudas de graves que precedieron a una estocada en un buen lugar. El animal, inmerso en lo más profundo de su nobleza, se enfrentó a la muerte que ya lo abrazaba y pudo levantarse de la arena dos veces, con las manos cruzadas. Una emoción abrumadora se apoderó de toda la plaza, que finalmente se volvió blanca cuando Dulce finalmente se desplomó para siempre. Y ahí empezó todo. Pasó un rato hasta que el Presidente mostró su pañuelo, y luego hubo confusión, incomprensión y repetidos gritos de “Salgan de la caja”. Lo cierto es que la obra de Borja Jiménez era vivaz, cálida y emotiva y parecía que no había forma de evitarla al doble de precio. Fue un completo fracaso del acuerdo presidencial.
Se anunció la salida del quinto y entonces Jiménez volvió a acudir, esta vez con mirada enfadada, a los medios para recibir al toro de rodillas. Y tras el largo cambio, un aficionado a las Verónicas extraordinarias se abotonó una media taurina; y un Galleo para Chicuelinas, cerrado con media Abelmontada. Pero el toro, que mostraba muy buenos modales, no tuvo fuerzas y fue traído de vuelta.
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Y por tercera vez se dirigió a la puerta de la pocilga cuando anunciaron la salida del sombrero. Otro cambio de rodillas largo y muy ajustado, una Verónica con los pies juntos, chicuelinas ajustadas y otra media de cartel. El inicio de la faena de Muleta fue exquisito: dos tiros altos de Muleta y dos tiros de trinchera muy cálidos. El torero parecía especialmente motivado, y no era de extrañar. La nobleza del toro le permitió sobresalir con ambas manos, mejor con las naturales, en una tarea que fracasó ante un adversario de poca formación. Antes de hacer clic arriba, dibujó algunos muy personales, apoyados en el bajo y un pase característico. Las líneas volvieron a tornarse blancas, sin duda como compensación por la injusticia anterior, y el Presidente le concedió la oreja que abrió la Gran Puerta con todos los honores.
Sus dos compañeros quedaron ensombrecidos por tanta emoción. Ante la gran confusión, Emilio de Justo efectivamente toreó con un toro poderoso y violento y contra fuertes ráfagas de viento que interferían en su trabajo; un toro muy exigente que no perdió la cara, pero no pudo conseguir el aspecto deseado; y no se tomó en cuenta su limpio trabajo frente a la sala, un animal protestando por su pobre trapo que atacó suavemente.
Y a Roca Rey se le pidió mucho, como suele ocurrir con los portadores de la figura rayada. Brilló con una atrevida toma de Saltilleras en el primer toro de Jiménez y otra de Gaoneras en el tercero; Brindó por el público y se arrodilló en una clara declaración de sus buenas intenciones, pero entre la dureza del toro y las protestas del público no encontró el camino hacia la victoria. Un hombre manso fue el sexto, intentó meter la pata con fuerza, pero pronto el toro se desplomó y se acabó la historia.
El plato fuerte de la tarde fue que Borja Jiménez se subiera a hombros por segunda vez en su carrera y se consolidase como figura del toreo pese al gran error del presidente.
Del Río/De Justo, Jiménez, Roca
toros de Victoriano del Río, – el quinto, devuelto por no válido – bien presentado, excepto el cuarto retorcido; desigual en barras; el primero es cómodo y rugoso, el segundo es de gran calidad; áspero y quebrado el tercero, noble y agrietado el cuarto y muy gentil el sexto. gorra Torrealtabien presentado, gentil y con clase.
Emilio de Justo: medio empujón _aviso_ (silencio); _Nota_ estocada baja (silencio).
Borja Jiménez: Estocada (oreja, dos vueltas al ring y pelea monumental con el Presidente); Picadura y pinchazo (oído). Atravesó la Gran Puerta sobre sus hombros.
Rey Roca: _notice_ estocada (silencio); Estocada (silencio).
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