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Quizás fue suerte. Quizás el destino. Lo cierto es que Ignacio Menéndez-Pidal de Navascués encendió la radio en el momento justo hace más de 15 años. Fue a Málaga y de paso por Granada escuchó una entrevista sobre unos archivos musicales. No puede recordar quién, cuál o por qué. Sólo una chispa se encendió en sus pensamientos. En la Casa Navascués (Cintruénigo, Navarra) su familia guarda una colección de partituras que abarcan dos siglos de música. “Pensé: ‘¿Por qué no mover eso también? No sabes lo que hay ahí’”, explica. Fue el comienzo de una aventura que nos permitió recuperar obras inéditas y algunos misterios aún por resolver.
El primer paso fue encontrar expertos interesados en auditar el fondo, lo que llevó varios años. Hasta que conoció a María Álvarez-Villamil, musicóloga del Instituto Complutense de Ciencias Musicales (ICCMU). Accedió a echar un vistazo al fondo, y en el primer libro que examinó pensó: “¿Pero qué es esto?”. Ahora, en una de las oficinas del ICCMU, Álvarez-Villamil explica el significado del descubrimiento: “Tenemos » Representa casi la colección privada de esta época más importante encontrada hasta ahora en España, porque nos aporta enorme información sobre la práctica musical doméstica y sobre el tipo de repertorio interpretado por familias ilustres a finales del siglo XVIII. Por eso hay tantos trabajos inéditos”.

El musicólogo ha realizado más de 9.000 fotografías del archivo, que comienza con música de cámara de finales del siglo XVIII destinada a ser interpretada por los miembros de la familia Navascués en su tiempo libre y finaliza con un arreglo para piano Ayer, de los Beatles. “La formación comienza en 1770 y hasta alrededor de 1830 es exclusivamente música para conjunto instrumental. A partir de 1840 sólo existía un piano. También hemos visto que los intérpretes están pasando de los hombres de la familia a las mujeres”, afirma Álvarez-Villamil. Y entre estos cientos de documentos, de repente apareció un documento sin atribuir. Eran particellas, es decir, partes de cada instrumento escritas en partituras separadas para que cada músico tuviera la suya. Pero faltaba una cosa: el violonchelo.
¿A quién pertenece esta obra? Resultó ser de Luigi Boccherini, un músico italiano muy importante del siglo XVIII que pasó gran parte de su carrera en España. Y dos de las partes fueron escritas a mano por el propio compositor. También descubrieron que hasta ese momento sólo existía una partitura de esta sinfonía. Se conserva en el Museo Glinka de Moscú y todas sus partes son autógrafas del compositor. “Probablemente llegó allí después de la Segunda Guerra Mundial”, afirma el musicólogo. Comenzaron a trabajar en ello, pero la parte que faltaba los dejó paralizados. La solución ahora, afirma Álvarez-Villamil, es contactar con el Museo Ruso y pedir una copia para poder comparar ambos documentos: “Si pudiera ser la partitura entera sería perfecta, sino al menos la parte”. estamos desaparecidos. “Eso sería suficiente para editarlo y dejar claro que esta parte pertenece a otra fuente”.
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Pero lo complicaron. La situación política no facilita el acceso y también conocen de un investigador que solicitó una copia del trabajo para su estudio y su solicitud fue rechazada. “Si no puedes consultarlo, no hay mucho más que puedas hacer. Pero estamos en este camino”, añade esperanzado el musicólogo.

Lo que sí pudieron recuperar son obras inéditas de Luis Misón, músico de la Capilla Real durante el reinado de Fernando VI. En esta época España vivía un momento de esplendor musical, aunque hasta hace unos años se creía lo contrario. Los mejores músicos europeos estaban en el país, como el castrato. Farinelli, quien organizó las celebraciones reales. En estos espectáculos participaron los artistas de la corte, entre ellos Misón. “No sabemos cuál era la relación entre Farinelli y Misón, pero sabemos que él lo tenía como colaborador”, explica Álvaro Torrente, catedrático de Historia de la Música de la Universidad Complutense de Madrid y director del ICCMU. Como muchos otros, el músico cayó en el olvido, pero ahora sus obras aparecen aquí y allá en colecciones: Navarra, Sevilla, México… “Se sabe que fue compositor porque algunas de sus partituras han sobrevivido, pero lo que publicamos Recientemente hemos duplicado la conocida música de Misón”, afirma Torrente.
Misón ya ha sido publicado e incluso su obra fue revivida en un concierto del grupo La Fontegara México en Cintruénigo a finales de septiembre. Pero hay más trabajo en segundo plano que es necesario restaurar. El siguiente paso será la elaboración de las piezas inéditas que publicó el compositor Fernando Ferandiere y por las que ya están interesados muchos guitarristas clásicos. “Y nada de publicidad, ¿verdad? Se enteran de boca en boca”, explica Torrente. Han recibido consultas de Suiza y Estados Unidos… presiones de músicos y editores. Algunas incluso desagradables. “Existe un gran vacío en la música de guitarra conocida de esta época. Y cuando aparece una colección con tantas obras como ésta, los guitarristas se caen al suelo». Ésta es una de las razones que explica Álvarez-Villamil y Torrente da otra: «Cuando comencé a estudiar musicología, pensaba que gran parte de mi la investigación nunca sería recibida, que siempre estábamos presionando. Ahora nos tiran, vienen los intérpretes y preguntan: ¿No tienes algo para una orquesta de cámara? o para un grupo con flauta? Su interés por restaurar el patrimonio musical está creciendo y eso significa que la mentalidad está cambiando mucho”.
Y debajo de todo lo que se descubre, también hay un secreto. “Parece que el duque de Alba encargó dos cuartetos a Joseph Haydn. Se concluyó que uno de estos sería el op.42 y del otro no se sabía nada. Pues bien, en Casa Navascués encontramos el Op. 42 en un cuaderno junto con otro cuarteto que decía: “El Cuarteto Especial de Haydn”. Y además, es un cuarteto del que antes no se sabía nada”. Además, añade el musicólogo, es algo extraño que venga de Haydn y esté compuesto por arreglos de música popular contemporánea. “Si quisiéramos venderlo diríamos que hemos encontrado el cuarteto perdido de Haydn, pero no estamos seguros”, concluye Torrente con una sonrisa. Y termina con una llamada telefónica. «Sería bueno que las familias que tienen expedientes los revisaran porque podrían encontrar sorpresas».
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