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Mientras el mapa electoral español augura un gobierno del PP en La Moncloa, el catalán apunta a un relevo socialista en la Generalitat. Es el final del camino de la independencia que comenzó en 2011, cuando Convergència alcanzó la cima de su poder en la plaza de Sant Jaume con Artur Mas como presidente de la Generalitat y Xavier Trias en la alcaldía de Barcelona.
Dividido y desmovilizado, el independentismo pierde votos e importantes alcaldías contra el socialismo en todo el territorio, donde los Esteladas seguían apostando, pero gana en Barcelona precisamente porque ha sabido disimular e incluso disimular sus reivindicaciones secesionistas. La fórmula mágica pujolista, revivida en la capital de Cataluña, ha demostrado su eficacia, al menos de manera que el irreconocible conglomerado de Juntes continúa su lucha con Esquerra por la primogenitura del catalanismo secesionista en la geografía natural de su hegemonía, Cataluña. adentro.
Revive la fórmula, pero no la idea. Al contrario: el proceso independentista ya no tiene tracción. El ambiguo éxito del Triásico, gracias al combustible del anticolauismo, es un soplo de aire fresco para junts apreciado por Jordi Turull, su secretario general y ya irrelevante presidente en el exilio Carles Puigdemont, pero carente de relevancia para la persistencia del proyecto independentista.
El mapa resultante revierte al mapa anterior a 2010 y se articula en dos ejes, Social y Catalán, teniendo el PSC suficiente flexibilidad para recoger votos en ambas áreas y ser relevante para el conjunto del área. Tras 12 años cruzando el desierto y doblemente fortalecido por su condición de baluarte del socialismo español y la promesa de una hegemonía inminente, sólo quedaba añadir el excelente desenlace del Triásico en Barcelona para el retorno del espíritu de sociovergencia temido por todos. Por unos vistos como alternativa y etiquetados por los otros como culpables de todo mal.
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No hay viaje gratis, especialmente el viaje de regreso al punto de partida. La fórmula de la tríada difícilmente se repetirá en las elecciones autonómicas. Los beneficios que Esquerra recibe solo de su gobierno son pequeños o incluso nulos. Además, la aparición de Vox y el voto mayoritario a un candidato xenófobo en Ripoll, donde se criaron los terroristas del 17 de agosto de 2017, no presagia nada bueno para la estabilidad y el buen entendimiento. Este desfile de extrema derecha debería dar que pensar, especialmente entre los más radicales de todo tipo, especialmente los independentistas.
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El panorama desmiente el argumento exigido por la derecha, bajo la amenaza de una cierta repetición del proceso independentista, gracias a las consultas de autodeterminación convocadas por Esquerra y Bildu, con la autorización de Pedro Sánchez. La aventura todavía no ha acabado de saldar cuentas, pero al ritmo que llevamos llegará a finales de año, cuando Pere Aragonès se dé cuenta de que su interlocutor en Madrid ya no es Pedro Sánchez, sino una mayoría del PP Vox.
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