Advertisement
A falta de un mes para las elecciones, el Ayuntamiento de Ada Colau ha sufrido otro revés judicial en su lucha contra la vivienda turística. Un juez ha ordenado al Ayuntamiento de Barcelona que permita 120 licencias de viviendas turísticas pese a la aprobación del Plan Urbano de Alojamientos Turísticos (PEUAT) en 2018, que en principio impedía la apertura de nuevas viviendas. Todas estas licencias se encuentran en la finca de la calle Tarragona 84-92, un edificio faraónico construido hace más de medio siglo. La propiedad del edificio es de Inmobiliaria Gallardo y en los apartamentos -a escasos metros de la estación de tren de Sants y de la Plaza de Espanya- viven 20 inquilinos de antiguos alquileres, hay 30 apartamentos vacíos listos para recibir turistas del próximo y del 70 de mayo acogida por vecinos que denuncian que la inmobiliaria les está haciendo la vida imposible con constantes revisiones de obra y contratos. Estos últimos acusan a la propiedad de intentar desalojarlos del edificio para poner los apartamentos en el mercado turístico y empiezan a cobrar hasta 400 euros por la reserva de una noche.
La decisión judicial, presentada por Rac1 y El periódico, basado en el movimiento estratégico de los propietarios. Inmobiliaria Gallardo presentó la solicitud de licencia en septiembre de 2019, cuando el Tribunal Supremo anuló el Plan Especial Urbano de Alojamientos Turísticos (Peuat) por falta de derechos. Fue entonces cuando la propiedad solicitó las licencias para convertir las 120 plantas del edificio en apartamentos turísticos. El ayuntamiento denegó las licencias y la inmobiliaria pidió ayuda a los juzgados. Un juez ha aprobado la titularidad porque el PEUAT no estaba en vigor cuando lo solicitaron. Con sentencia en mano, la inmobiliaria ha comenzado a adecuar los pisos vacantes para los próximos inquilinos: los turistas.
María, nombre ficticio por temor a represalias, alquiló su departamento hace 13 años. “En octubre de 2022 recibí un fax de la oficina. Cuando me la dio la cartera me dijo que tenía varias para otros vecinos. Me informaron que no me renovarían el contrato. Consulté a los abogados del ayuntamiento y me dijeron que lo que están haciendo los dueños es legal”, recuerda María. El 30 de diciembre salió de casa. Pagaba poco menos de 1.000 euros al mes por un piso de tres dormitorios y dos baños en una gran propiedad con servicio de conserjería. Hoy su casa está parcialmente renovada y en unas semanas recibirá a los primeros turistas.
José García alquiló su piso hace un año y firmó un contrato para siete personas. Paga 990 euros por un piso similar al de María. “Vine a esta finca durante seis años porque tenía amigos. Uno vivía enfrente y no lo renovaron. Ahora la vida aquí es una tortura, todo está en construcción. Vive bajo el polvo. Además, dejaremos de tener vecinos alojados en un hotel”, lamenta.
Advertisement
Hace apenas un año, Mar Tudela amplió el contrato de arrendamiento. «Fui uno de los últimos en firmar. Están tratando de echarnos, pero estaré aquí hasta el último momento. Claro que es terrible aguantar este ruido, polvo”, denuncia.
La teniente de alcalde de Urbanismo, Janet Sanz, defiende que cuando la inmobiliaria solicitó la licencia de vivienda turística, «la sentencia no fue firme porque se había interpuesto recurso». Sanz lamentó que el juez «obligara» al consistorio a permitir las licencias y adelantó que pediría una reunión a la Generalitat para abordar la posibilidad de revocación de las licencias: «No puede ser que una licencia de vivienda turística sea vitalicia y no no hay capacidad normativa para retirarlo”.
Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Suscríbete para no perderte nada.
Suscribirse a
Hug Camp, de la red de viviendas de izquierdas del Eixample, ha denunciado que al final se ha confirmado que «el ayuntamiento no tiene recursos para luchar contra el fenómeno de la vivienda turística». Un portavoz de la inmobiliaria Gallardo ha asegurado a EL PAÍS que las licencias de los apartamentos turísticos se concedieron gracias a sentencias judiciales y ha negado que estén desalojando a los restantes vecinos que aún tienen el contrato en vigor.
Consuelo Gracia y Luis Martín son madre e hijo. “Me mudé en 2017 y he vivido en este apartamento durante 50 años. Hoy nos acercamos y recordamos a los vecinos que ya no están. Es una pena, porque acabará siendo un hotel”, lamenta Gracia.
Sigue EL PAÍS Catalunya en Facebook Y Gorjeoo regístrate aquí para recibir nuestro boletín semanal
Suscríbete para seguir leyendo
Leer sin limites