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Dormir es un auténtico placer, pero dormir, y dormir bien, es una necesidad innegable para sobrevivir y prolongar nuestra vida. Sin embargo, parece que en España dormimos cada vez menos y peor. De hecho, uno de cada cuatro adultos cree que no duerme bien, y España es líder mundial en consumo de somníferos. Sin duda, este dato debe ser un aviso para hacernos reflexionar sobre nuestros hábitos de sueño en términos de cantidad y calidad.
La duración óptima del sueño para adultos y ancianos es de 7 a 9 horas; Esta duración óptima es mayor en los niños. La evidencia actual sugiere que muy poco o demasiado sueño puede aumentar el riesgo de mortalidad por todas las causas; y las mujeres son más propensas a dormir menos. Tanto es así que mantener un horario de sueño saludable ya es un problema de salud pública de gran relevancia.
Quizás te estés preguntando qué tiene que ver el ejercicio con el sueño: tiene mucho que ver. Sabemos que el sueño y el ejercicio se afectan mutuamente a través de una compleja interacción bidireccional que involucra múltiples caminos fisiológicos y psicológicos. Mantener una actividad física adecuada y un sueño profundo es esencial para prolongar la esperanza de vida. Aunque los resultados científicos no han sido muy concluyentes hasta el momento debido a algunas limitaciones de los estudios, creemos que una actividad física adecuada puede reducir el riesgo de muerte por un sueño no saludable. La principal limitación de este trabajo, la medición subjetiva de la actividad física, fue superada en un estudio publicado el mes pasado para encontrar la relación entre la actividad física y la duración del sueño en el riesgo de mortalidad.
El estudio en cuestión fue publicado en el Journal of the European Society of Cardiology. A casi 100.000 participantes de ambos sexos, con una edad promedio de 62 años, se les midió objetivamente la actividad física durante una semana completa y se les dio seguimiento durante siete años en busca de muertes. Durante este período, poco más de 1.000 personas fallecieron por enfermedades cardiovasculares y 1.800 por cáncer. La duración del sueño se dividió en tres niveles: corto (menos de 6 horas por día), normal (entre 6 y 8) y largo (más de 8). La actividad física de intensidad moderada a vigorosa se clasificó según si cumplía o no con las recomendaciones estándar de la Organización Mundial de la Salud (OMS): aproximadamente 150 minutos por semana de intensidad moderada o 75 minutos de intensidad vigorosa, o combinaciones de ambas.
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Con estos resultados se observó que existe una asociación independiente entre la duración del sueño y el riesgo de mortalidad. Esta asociación tiene forma de U, lo que significa que las personas que duermen poco (menos de 6 horas) o mucho (más de 8 horas) tienen un mayor riesgo de morir que las personas con duraciones de sueño normales (6-8 horas). Esto fue cierto tanto para el riesgo de mortalidad por todas las causas como para el riesgo de mortalidad por causas cardiovasculares. Sin embargo, la duración del sueño no se asoció con el riesgo de mortalidad por cáncer.
Si estratificamos la asociación anterior por categorías de actividad física, los resultados son alentadores y favorables para las personas que cumplen las recomendaciones de actividad física de la OMS. Seguir estas pautas reduce el exceso de riesgo de muerte (por todas las causas, por enfermedad cardiovascular y por cáncer) asociado con dormir poco o mucho. Por lo tanto, la actividad física puede mitigar la asociación perjudicial entre la duración insuficiente del sueño y la mortalidad. A partir de estos datos también se puede concluir que el grupo con menor riesgo de muerte eran las personas que tenían una duración normal del sueño (6-8 horas) y practicaban mucha actividad física.
El mensaje más interesante que nos da este estudio es que las personas que duermen muchas o pocas horas pueden reducir su alto riesgo de muerte frente a las personas que duermen en el momento ideal si cumplen las recomendaciones de la OMS sobre actividad física. Los autores especulan sobre los mecanismos por los que se produce este fenómeno de reducción del riesgo de mortalidad en personas que duermen muchas o pocas horas. La falta de sueño está relacionada con una serie de trastornos, que incluyen la hiperexcitación del sistema nervioso simpático, la resistencia a la insulina, la disfunción endotelial y la inflamación. Al contrario: la actividad física fortalece la capacidad cardiorrespiratoria, inhibe la respuesta inflamatoria y mejora el metabolismo de la glucosa.
Este estudio confirma de manera concluyente que el mayor riesgo de mortalidad por una duración insuficiente del sueño, ya sea demasiado largo o demasiado corto, se ve exacerbado y exacerbado por la inactividad física. Por lo tanto, estos resultados respaldan la integración de la actividad física en las intervenciones clínicas del sueño y las pautas de salud pública.
INFORMARSE es la sala de EL PAÍS SALUD donde hablaremos de aspectos relacionados con la actividad física, el deporte y la salud física y mental. La actividad física y el deporte forman parte de la cultura de todas las civilizaciones y juegan un papel fundamental en la salud de la sociedad a todos los niveles, tanto físico como mental, en todas las edades, desde la infancia hasta la vejez, tanto masculina como femenina. Se han hecho intentos desde las ciencias de la actividad física y el deporte para avanzar en la comprensión científica de la importancia del movimiento y la actividad física para el cuerpo y los procesos que explican por qué se producen ciertas adaptaciones, modificaciones o cambios en diferentes momentos. Niveles (fisiológico, anatómico, motor, emocional o cognitivo). Por todo ello, este espacio busca encontrar explicaciones científicas que sustenten y justifiquen las razones positivas de la actividad física y el deporte. También busca discutir y desmentir ciertos mitos o conceptos erróneos que existen en la sociedad sobre temas específicos de actividad física y salud.
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