Advertisement

La depreciación del peso argentino se acelera y al gobierno de Alberto Fernández le cuesta cada vez más convencer a los ahorristas de no huir al dólar. Este jueves, el banco central de Argentina subió las tasas de interés en 10 puntos hasta el 91% en un solo día. La moneda nacional ha perdido más del 5% de su valor desde el lunes en un escenario de alta inflación y desconfianza. Esta es la segunda subida de tipos en dos semanas después de que la inflación subiera a 104,3 al año en marzo. El jueves pasado, la junta directiva del banco subió las tasas de interés en solo tres escalones al 81%, pagando caro su tibieza: el dólar en los mercados no oficiales se disparó de 400 a 495 pesos en solo tres días, prueba de que muchos más ahorristas no esperaban parte con sus pesos.
El objetivo del banco central es que las tasas de interés se mantengan al menos por encima de la inflación. A ello se ha comprometido con el Fondo Monetario Internacional en el acuerdo de refinanciación firmado en enero de 2022. El tipo de interés nominal anual efectivo subirá ahora hasta el 140%, unos 20 puntos por encima de la previsión del IPC de diciembre. Pero los precios por las nubes lo están obligando a tomar medidas cada vez más dolorosas. Una tasa de interés estratosférica no es solo la base del crecimiento económico, sino también de la capacidad financiera de un Estado que hoy no tiene acceso al financiamiento internacional. El gobierno ha acumulado unos 2,5 billones de pesos (unos 11.000 millones de dólares al tipo de cambio oficial) en intereses de letras emitidas bajo la ley local, conocidas como leliq, desde enero. Con esta nueva suba de tarifas, esas tarifas subirán un billón de pesos al mes, según cálculos difundidos por la agencia. Bloomberg.
El gobierno está persiguiendo la crisis económica con cada vez menos potencia de fuego. El martes, cuando el peso estaba bajo ataque, el ministro de Economía, Sergio Massa, vendió reservas para satisfacer la demanda del mercado por el dólar. Antes de eso, tuvo que informar al FMI sobre la maniobra que, en virtud de su acuerdo con Argentina, le prohíbe gastar los pocos dólares que tiene el banco central para defender el peso. Massa ya había advertido en Twitter que «utilizaría todos los instrumentos del Estado para organizar la situación». Y dijo que comenzaría a discutir un nuevo programa con el fondo este jueves que tenga en cuenta la debacle inducida por la sequía para el plan de ajuste.
La Casa Rosada espera que el FMI avance para junio los $11.000 millones que comprometió para diciembre de 2023, compensando así los $20.000 millones perdidos por las exportaciones agroindustriales. El objetivo final es llegar al menos a las elecciones generales de octubre sin tener que devaluar el peso, lo que significaría enterrar todas las aspiraciones electorales de los candidatos al gobierno.
Advertisement
Las perspectivas no son buenas. Los políticos amplifican la crisis e impiden cualquier plan de estabilización a largo plazo. Un testimonio de la gravedad de la situación es que el ministro Massa es ahora el hombre más poderoso del gobierno. El presidente Alberto Fernández decidió no buscar la reelección la semana pasada y dejó en manos de su ministro el manejo de la crisis. Massa, que no oculta su deseo de llegar a la Casa Rosada, cuenta por ahora con el apoyo de la vicepresidenta Cristina Kirchner.
El ministro de Economía lleva una semana buscando conejos en la galera. Además de utilizar las reservas internacionales para respaldar el peso, anunció que Argentina utilizará el yuan para liquidar las importaciones chinas, que totalizaron $17.502 millones el año pasado. El ministro también pidió a los sindicatos y empresarios un «gran acuerdo de estabilidad de 90 días» para mantener la inflación bajo control. El peronismo está ahora en manos de Massa y una exitosa renegociación con el FMI. La gran duda es si el socorrista llegará a tiempo.
Suscríbete aquí a la newsletter de EL PAÍS América y recibe todas las novedades de la región.