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Tenían que ser los primeros en atraer a una multitud del tamaño de Primavera frente a su escenario. otros veteranos. Modo Depeche. Gahan en negro y brillo, elegante. Gore negro y plateado, llamativo. Aún no había caído la noche, pero ellos la oscurecieron con su música, que comenzó majestuosa y mecánicamente Mi cosmos es mio uno de los tres temas que tocaron de su último disco. De lo contrario, es un festival y estás acostumbrado a ser la norma, grandes éxitos para las masas. Música para las multitudes, como tituló su disco de 1988, multitudes que abarrotan el recinto los viernes desde hace tiempo. Primavera ha tomado el pulso y la música, de la mano de muchos veteranos, marca la pauta del fin de semana de miles de personas dando sentido al festival.
Modo Depeche. La luna los observaba, poniendo un punto extra de luz en el cielo que no iluminaba los rostros de quienes los veían a través de las pantallas alejadas del escenario. Los siguientes consiguieron las luces del escenario y todas sus canciones. Un primer dueto para los gritos, Todo cuenta Y Valioso, con Gaham dominando, girando, bailando, gesticulando y soltando su voz de barítono. En su salsa. Recuerdo a Andrew Fletcher con mundos en mis ojos y su imagen en las pantallas. Más tarde, después de quince piezas, última línea con Simplemente no puedo tener suficiente, nunca me defraudes de nuevo y personal a Jesús. Una multitud de locos con caballeros que podrían ser los padres de muchos. La música como hilo invisible que teje la complicidad entre generaciones.
Y si bien es cierto que un festival en general no es tierra de viejos, hay un lugar en Primavera donde la edad no importa. Es el Auditori, un espacio resguardado del sol, que por cierto ayer tampoco castigó al público, y con butacas perfectas para descansar, aunque lo que hay sobre el escenario es menos interesante que un pingüino en escabeche. No es que el público vaya allí para alejarse del alboroto, pero alguien tiene que hacerlo. Entre tanta gente hay de todo. Beth Orton actuó allí a primera hora de la tarde. La cantautora, ya de 52 años, aunque de lejos pareciera la misma, que llamó la atención con su música folclórica con acentos electrónicos a fines de los ’90, alta, delgada, cabello largo y flequillo, basó su repertorio en dos piernas. Por un lado, las piezas de su nuevo disco, piezas de carácter relajado, sonaban envolventes, cuidadosamente orquestadas gracias a un guitarrista muy detallista y un saxofonista muy efectivo que tomaba notas cortas. Recurriendo a una suerte de pop con un toque de jazz, creaba un ambiente delicado sentada frente a su teclado y cantando con esa característica voz que siempre parece a punto de romperse, alargando las sílabas sin acercarse a un gemido. Así es como piezas como la que da título a la obra o Viernes por la noche, hermosa y eternamente joven. Cuando cogió la guitarra acústica lo hizo para restaurar piezas antiguas Reserva central o ella grita tu nombre. Lo planeé como un bis tarjeta robada, Pero los horarios de los festivales son inflexibles y se quedó con los deseos.
Otros veteranos para comer durante el día: Sparks. Ellos solos son más raros que los visitantes más raros y extravagantes. Y eso significa. Ron Mael, teclista hierático, con la expresión helada de un vendedor de ataúdes, bigote falangista. Russell, su hermano, de setenta años con intereses en Greek 2000, al igual que Ron, también de setenta años. charlatán. Chaqueta roja y negra. Música pop inclasificable, inteligente, dramatizada, con entonaciones semioperísticas, toques de vodevil, brillante por sus inesperados recursos melódicos y un cancionero que hacía feliz al público, siempre riéndose, con joyas como… ¿Cuándo podré cantar «My Way», la canción número uno en el cielo? cualquiera Esta ciudad. A pesar de la edad de Russell, el cineasta estaba loco por no perder su plano vertical. ¿Quién dijo que Primavera no es un país para viejos?
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