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Cuando era joven me gustaban los turistas. En ese momento tenía diecinueve años y trabajaba cerca de la Sagrada Familia. Cada hora del almuerzo tomaba mi sándwich y me sentaba en un banco de la plaza y los veía deambular, y me gustaban. Porque su existencia me recordó que había otros países y otras personas esperándome; a futuro. Y este pensamiento me liberó del agobio y me ayudó a imaginar una vida mejor.
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