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Durante los ocho años que Barcelona en Comú ejerció la alcaldía de Barcelona, entre 2015 y 2023, tanto los ciudadanos que apoyaban los cambios impulsados como sus opositores coincidieron en una cosa: por primera vez desde Pasqual Maragall Barcelona tenía un modelo con un futuro claro. Un modelo rompedor e innovador que respondió a la mayoría de los desafíos del siglo XXI y obtuvo reconocimiento internacional.
A un año del nuevo mandato de Jaume Collboni, podemos decir que esto lamentablemente ha terminado. Collboni fue nuestro socio minoritario durante dos mandatos y es exactamente por eso que votamos por él y no por Xavier Trias, quien prometió deshacer nuestras políticas más importantes en la ciudad. Recordemos que en la ciudad se daba por hecho que se formaría un pacto de izquierdas cuando Collboni fuera elegido alcalde como mínimo y como mal menor -el PSC estaba a sólo 300 votos de los comunes-, vaya con los cambios introducidos.
Pero ese no fue el caso. Para sorpresa y decepción de muchos, el PSC ha preferido gobernar en estricta minoría con sólo diez concejales de 41 y ha desistido de explorar un amplio pacto de izquierdas con Comunes (nueve) y ERC (cinco). Este año los motivos quedaron claros: determinadas élites de la ciudad mostraron su apoyo al PSC y a su alcalde, haciéndoles la vida más fácil sin hacer campaña en su contra, a cambio de impedir que los comunes entraran en el gobierno de la ciudad. Sólo así se explica por qué Collboni decidió implementar medidas exitosas y ampliamente respaldadas como: Superilla, la protección del entorno escolar o algunas medidas sociales como el empadronamiento de inmigrantes o los centros VilaVeïna para igualar y mejorar la atención social en los barrios. Al mismo tiempo, ha retomado medidas anteriores como la criminalización de la pobreza, la comercialización del espacio público (cierre del Park Güell por un desfile de lujo de Louis Vuitton) o el traslado de la Fórmula 1 al centro de la ciudad y la restauración de una cultura centrada en el automóvil. La velocidad, el ruido y la contaminación contradicen claramente a la mayoría de los ciudadanos.
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Por si fuera poco, ERC en Barcelona nos presenta su última sorpresa. Durante los ocho años que fui alcalde, les ofrecí varias veces el ingreso al gobierno de la ciudad. Su reacción fue siempre negativa, con un único argumento principal: ni siquiera se arrinconaron con el PSC, el PSC del 155 era una línea roja. Ahora la formación republicana, bajo el nuevo liderazgo de Elisenda Alamany, sorprende y anuncia su voluntad de entrar en el Gobierno de Collboni en una posición de clara subalternidad, rechazando un pacto global con los comunes y asumiendo carteras (turismo, derechos sociales), que les gustaría haber dado lugar a muchas contradicciones, ya que el liderazgo del marco estará claramente en manos de un PSC más a la derecha que Pedro Sánchez y lo que había representado Pasqual Maragall. Estaba previsto que el pacto finalizara esta semana, pero parece que una fuerte movilización de bases en su contra ha detenido el acuerdo. Veremos cómo termina.
En cualquier caso, que sepamos que el PSC y ERC son libres de optar por un gobierno minoritario y dócil ante las élites conservadoras de la ciudad. Pero entonces no podrán conseguir apoyo externo de Barcelona en Comú, donde siempre hemos estado: defendiendo el derecho a la vivienda contra la especulación, regulando el turismo contra la masificación, pacificando la ciudad con más ejes verdes, etc. Consell de Cent, agua pública gestión o políticas sociales audaces que amplían derechos, como el dentista municipal o el psicólogo, por citar sólo algunas.
Una política que afecta a los privilegios y que por ello ha librado contra nosotros una guerra mediática y judicial sin precedentes. Ya llevamos 20 denuncias en un caso muy claro guerra legal que el PSC de Barcelona nunca ha denunciado, sino que incluso ha impulsado y beneficiado.
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Sea como fuere, ya no hay élites suficientes para ocultar el fracaso de Collboni. Dijo que tendría presupuestos y un acuerdo intergubernamental antes de la primavera, y estamos cerca del verano, con los presupuestos aprobados por un voto de confianza y sin un acuerdo cerrado. Una ciudad sin modelo de futuro, con conflictos vecinales cada vez mayores -este año no se ha hecho nada para regular los alquileres, controlar la masificación turística o reducir la contaminación- y con un Gobierno minoritario que no tiene tiempo para ocuparse de los colectivos vulnerables ni de la pluralidad de distritos.
La situación es así entre un mundo viejo que no acaba de morir y un mundo nuevo que no acaba de nacer. Desde Barcelona en Comú seguiremos donde aparecimos: en los barrios, en las luchas populares para denunciar abusos e injusticias, en las propuestas concretas para hacer lo que nos decían que era imposible. Un año después de la inauguración, está claro que el gobierno de Collboni y el PSC renuncian a seguir impulsando un modelo de futuro para Barcelona, volviendo a las recetas del pasado y abandonando la ciudad a la inercia neoliberal. Seguiremos imaginando, creando y tejiendo esperanza dondequiera que estemos, ya sea en las calles o en las instituciones.
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